viernes, noviembre 17, 2006

Desanúdense

Poesía que distancia no acerca. Pobre.

I.

I.
Érase el espejismo de una colina
fronteriza de la muerte, del miedo, y la desolación.
Érase el espejismo de un hombre habitando esa colina
y érase muy ciego y muy vasto
y muy bello
y muy parco
y érase solo, siempre solo
ya náufrago en las multitudes
o pétalo único y
cáustico
incapaz de acariciar siquiera el mosquitero
ya no digamos las alas
ni mucho menos
las manos
o las pieles
que saturan el perchero.

Érase pues, un siglo de costumbre
y un mar de ingravidez
érase una espera
érase que se era
ni güera ni tonta
ni simple
ni tromba
érase una inercia capaz de hibernación
y de fabricar olvidos cruciales
érase el espejismo
del espejismo
del espejismo
de un hombre achicharrado por su propia bruma
y acostumbrado a su hartazgo
érase mi vida cuando mi vida
era
y no permanecía siendo
era amodorrada
y siempre la trinchera en la colina
y siempre en choque de copas con la nada
érase entonces
una era hormiga ermitaña
allá
muy allá
y muy afuera

II.
Sucede la flor
como sucede el exaprubto
suceden sus horas
suceden sus piernas
Sucede la sorpresa que conmueve y que tropieza
y el desequilibrio milimétrico que me tunde
me atempera
plegaria plañidera
y que confunde rostros y fronteras
hasta caer en la orquídea
la única inefable piel tormenta
la mórbida palpable flor en fuga
la sabia y palpitante flor tortuga
memoriosa floreciente
bocadillo de locura

¡Quietos todos!
-dice el aire que la peina embobinado y maquinal-
¡Y quietos los guijarros y los tambores
y hasta las luces de palacio
y los bufones
y luego el desequilibrio y el espejismo
¡quietos todos!
el espejismo ilusión que no es uno sin el otro
y el espejismo de este hombre que
no es sino el espejismo
de su vida y de sí mismo
y quieto el hombre y su mochila de escenarios
su teatro de humo
todos quietos y callados
y a tomar el té en las horas perfectas
anestesiados por la cómplice florida
y por ella sola
quietos
la orquídea sin nombre
puede caminar
(la que durmiendo
nos despierta,
la que durmiéndonos
despierta)

III

Pero toda flor y todo fruto
toda crin más allá de su propio luto
toda magia
toda gema disimulada
y todo musgo bajo la gema
hamaca humilde de las perlas
y toda brizna
y toda algarabía
y todo eco en mutis mutando
y toda adivinanza que ocupe sólo un pestañeo
y toda magia y resonancia
y todo amor
que cuelgue en calma
y toda la infecciosa amargura
que también las flores llueven y
supuran
y aunque no quieren y aunque no matan
y aunque si flores
y todo el yo-sí-yo
y el yo en espejismo
y el no tengo mío
y todas las miradas
y todos
y aunque todo y todos
la verdad
es miniatura:

andamos
de puntitas

y estamos
de paso.


IV.

Y sabiendo mis nombres para todo
y más ahora que anudando verso y verso
de nuevo te los ofrezco
y te los tejo y te los cuento
y te los canto y te los domo

Ahora que me desanudo
y nudo a nudo me desdoblo
sembrando telarañas
y memorias del asombro

Ahora que transitas
fugaz y furibunda mientras no marchita
ni silente ni sobre mis hombros
ahora que pasas así nomás
fortuita y fuerte
te resguardo
entre mis palmas o en el celofán de algún retrato
bajo la mesa o sobre las estatuas
más arriba que los trofeos
y más abajo que la nostalgia
entre los libros
sobre las cartas

¿Comprendes que al llegar
ya te estás yendo?
¿Comprendes si me siento
a contemplarte
mientras busco la salida?

Déjale que sea
la hora del recreo:
morder sin tragar luego
masticar sin muerte
y paladear el fuego

y no olvidar
que no hay aquí
si no hay ahora
y no hay jamás
si no hay un luego.

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