jueves, julio 31, 2008

Fuera de lugar.

El verano de la ciudad no conoce dioses ni meteorólogos. Todos lo saben.
Julio aquí, es sólo un nombre. Un nombre de hombre y un nombre para un mes particularmente lluvioso.

Escucha: Hoy es el último día de Julio en esta ciudad sin nombres (para sí misma).
Y Julio (el mes), realmente se escribe con minúsculas. Aquí se le llama julio, sin mayores pleitesías. Y es que en julio llegan muchos de esos pocos viajeros que se atreven, realmente, a venir aquí. Y causa cierta ternura mirarlos caminar sobre las aceras de Reforma (esa sí con mayúsculas), enfundados en sus tecnológicas sandalias, y cubiertos de repelente solar, mientras beben temerosa y únicamente, el agua embotellada y "segura" que recomiendan sus fieles manuales turísticos.

Claro que no todos son iguales. Ni tampoco llegan todos en julio. Pero es justo en ese lapso -tan breve como inmensas son sus lluvias- cuando más y más perdidos llegan directo al corazón de esta ciudad que no conoce de misericordias, y cuando claman esa piedad que cada vez existe menos y a la que le importan poco los sombreros, las sonrisas o las buenas actitudes. Y es que, en la ciudadela de mitad de julio, llueve lo mismo y duele lo mismo y sabe a lo mismo toda aquella despojada indiferencia que significa el ser paupérrimo y olvidado. Y es más: aunque me duela admitirlo, cada vez importa menos si la miseria está empapada por las lluvias de julio, o seca y sedienta como lo está durante los calores del marzo inmisericorde. Let it be springbreak or summer vacations or holidays or whatever. El corazón hospitalariamente frágil y frágilmente falso que solía mantener viva a esta ciudad de chapopote, hoy se está muriendo lenta pero inexorablemente.

Y no es culpa de nadie en realidad, cosa que lo hace aún más triste. No es cuestión de si Marcelo o sus contrarios. Ni tampoco es cosa de los viajeros o de los habitantes. Y es que, aunque esta ciudad ha persistido viva en medio de un mundo que se muere, hoy ya se puede prever que es sólo cuestión de tiempo para que su enésimo transplante de corazón de hierro y alma de latón sucumban, finalmente, ante la seca y terca homogeneidad de eso que algunos llaman "el mundo". "Lo global". El alma imberbe y facilista de "lo cosmopolita". La condena kafkiana. El castillo. La inevitabilidad de hacerse "de la vista gorda", y sucumbir ante los estereotipos capitalizables.

Tengo 29 años viviendo -directa o indirectamente- en esta mismísima ciudad. He visto irse y volver a casi todos los que me rodean. He visto también irse a algunos para siempre: Ya por obra de la muerte, solemnísima serpiente engullidora de futuros, o por obra de la suerte o del pánico o de cualquier otro motivo siempre mejor: aventureros que hallaron el amor y la fortuna en otra parte, ascetas que están siempre bien en donde sea, escapistas que se libran de la mala fortuna con un poco de encanto, sonrisas y mucha paciencia. Les envidio -y no- a todos ellos.

Yo, afortunada o desafortunadamente, persisto en esta ciudad que vive muy a pesar de que se muere. Como todos. Permanezco. Pervivo. Recibo juicios tanto como los doy:

- Ey, güey, es que tú eres un resentido social. Te cagan todos los que se han marchado como tú nunca pudiste.

Y me callo. Y asimilo la parte verdadera tanto como destilo la ponzoña de la otra parte, más que falsa, de semejante aseveración.

- Es que cabrón, ¿cómo puedes saber tanto del mundo sin haberlo pisado nunca? ¿No te cansas de vivir el mundo a través de libros y almanaques?

Y me sigo callando. Y recibo la puñalada mordaz de esa realidad que sé que me duele tanto como me adula. Y mantengo la vista firme en mi horizonte, mío, que es igual al de todos. Porque el horizonte es fantasía. Y no sólo eso: es fantasía renovable. Se hace más grande o más distinto conforme se camina. Y, contrario a los que juzgan, yo sé que sí camino. O al menos giro el cuello y me transformo. Me sé mutable y me divierto con ello. No he estado siempre en el mismo lugar ni frente al mismo camino.

- I just don't get it, dude. How come you fucking speak english the great fucking way you do. I mean: you can even fake your own accent. Yo go from latino to new yorker to southern to jamaican to british to generic fucking asshole in no time. Hell man, you can also make all these clever ans stupid jokes as much as you can play like you're a dumb fuck that doesn't get them. Don't play fucking games with me, you fucking wanker fuckhead. I'm sure you've already gone around the block, and you're just faking it all so you can play with our fucking drunk-ass minds...


Then I could play dumb and pretend I didn't get that, but fuck man, it is a true friend with a true peda and a very logical accusation. No me puedo hacer pendejo, pero tampoco debo mentir. Y no porque me pese moralmente, sino todo lo contrario. I don't fucking know how the fuck i got this far without going anywhere. Y no me da pena tu puto dilema. I'm here. I've been here all along. I'm a sitting duck in a fucking war zone. Y no estoy orgulloso, sino todo lo contrario. I feel fucking lost. And it's not good to feel lost in the very place you've been for your entire life. ¿Entiendes?


Es julio. Es julio con minúsculas. Uno de esos meses en los que siempre llueve, todos los días. Un mes que odio y que -últimamente- se ha esmerado para que lo odie más. Quince días terribles y maravillosos. Aura y su recuerdo. Frank y su vuelta al mundo. Sam y Natalia, yo y mi trabajo abandonado. La lluvia y su recordatorio de los paraguas. Qué se yo. Todo al mismo tiempo.

Pero también, es el último día de julio. El día en el que todo se va junto con el agua sucia de los trastes y la lavadora. El día para terminar. El día para no seguir. El día para guardar silencio en mitad de la capital más ruidosa del mundo. Para escuchar su corazón de chapopote. Su corazón que agoniza. Mi corazón. El corazón de todos. Y de ninguno.

jueves, julio 10, 2008

De la lluvia y lo fortuito

Para S.I. , la cumpleañera.

Decía el gran cocodrilo
que uno se cansa de ser Dios.
Y decía
también
que uno se cansa de llover sobre mojado.
Decía entonces
luego de tanto hartazgo
que sólo existía la lluvia
lluvia
lluvia.

Y claro. No soy quién ni soy nadie.
Al menos no cualquiera que se sienta capaz de desdecir las lloviznas de los otros.

Yo soy yo y mi circunstancia
aunque también yo soy mi hambre.

Y maldigo y bendigo
y desdigo y hago míos los asuntos de otros
y las viejas y las tardes.

Soy, sencillamente, un asco de cabrón.
Un vil otro mequetrefe que hace suyas las palabras que son putas
y sí: por sobre todas las cosas, putas.
Y que no le merecen respeto a nadie.
Yo soy ese. Soy el peor.
Soy el que no sabe.

Lo malo (del asunto)
es que en este andar dispuesto
hay diez mil cosas que valen.
Vale llorar
Vale quedarse
Vale todo, de verdad, siempre que insista y que te llame.

Vale una boca de pintura
No: Vale tan solo la pintura.
Olvidémoslo todo pues aquí viene trotando la hermosura

y sin más

sin nada

No otra cosa que no sea ella misma.

La boca bella. La sonrisa. El tiempo invertido en tantas horas de pesca
para que todo
TODO
se reduzca a un par de labios
-probablemente ansiosos de cualquier cosa que sea más que simple deseo-
y que rompen como olas en el dique no verbal del infortunio.

Hola. ¿Cómo estás?
¿Cómo podría descifrarte?
¿Cuándo es que se juntan otra vez los nombres, las canciones y los delirios,
en otro once de julio, en otro lunes
o en otro martes?

Tu nombre, como tu boca, como tu tiempo:
Todos podrían decirme de tus ganas de ser amada
con la misma fragilidad que supone ser viento.

Pero yo no sucumbo. No, al menos, ante tu nombre de luna
ni ante el eclipse
ni ante el miedo.

Yo miro más allá.
Miro donde nadie ha mirado.
Miro donde ni sus tripas se lo han permitido.

Y miro mientras miras que te miran todos:
todos -siempre-
mirándote lo menos.

Lo menos importante.

Miro y miro y remiro otra vez.
Es el once de Julio de milnovecientosnoventayuno.
Con el eclipse más magnánimo que nos habrá de tocar en nuestras vidas
tu, diosa del quiénsabe, ocultas al Sol para ocultarte luego.

Y lo es. Y sucede. Y nos encontramos decenas de años después,
otro Once de Julio.
Otro día en que te eclipsas bajo el miedo,
aunque lo sepas todo.
De antemano.

Pero lo sabes.
Sabes que tu nombre
no es sólo el nombre de la luna
o del martirio.

Sabes que sabes demasiado,
y que te encuentras cansada de contarle tus historias
a quienes no entienden de alardes.

Sabes mucho.
Sabes tanto como quieres.
Quieres todo.

Y todo es sólo lo que todo significa
aunque también todo es tu piel cuando dice y dice
hasta hartarse.

¿Crees que no veo más allá de lo que veo?
Lo sé.

Lo sé todo.

¿Cómo hacerte entender...cómo explicarte?

Ocurre el amor como ocurre el eclipse.
Eclipse tácito implícito,
amor que se duerme entre los callos de lo que ya nos hizo daño.
Precaución.

Silencio.

Silencio entonces.

Silencio para ti, para vos, para nosotros.

Silencios porque entonces habría ruido.
Un ruido insoportable.

Unas ganas insalvables,
incapaces,
indómitas
e inamovibles.

Todo eso: Eso que con tu gran cerebro de 2433 centímetros cúbicos, ya sabes.

Y yo, con el mío
quizás pequeño,
también lo sé.

Demasiado peligro. Conviene resguardarse.


Y aún así te digo hola.

Te digo "quién sabe".

Te digo "luego".

Te digo "no te calles".


Porque de hablar ya estoy maltrecho y cansado y pusilánime.
Pero de ti, la cumpleañera, aún no sé nada. Y no pienso errar hasta callarme.
Y que sea, pues, lo que sea.

No hay mal que dure 100 años -eso seguro- pero, piensa: No hay bien, tampoco,
que aguante 6 -o más- tardes.


¿Vamos,
o nos quedamos?

¿Vienes, o te quedas?