martes, febrero 28, 2012

Mal negocio

Hoy me levanté mucho después de haber llegado a esa oficina
trasquilado de mi sombra
con la boca que -sin saberlo-
me sabía a aluminio
y a microcircuitos
y a incontables golpes de la tecla enter, enter, enter

todos revoloteándome bajo los párpados enjutos de terror
que ansiosos de abrirse como se abren los brazos de un niño
no lograban desconocer la rabia
y entonces temían toda luz
y se mantenían atrincherados como temblorosas rendijas

Hoy me levanté sin ponerme de pie
inexplicablemente dormía cuando ya estaba montado sobre el auto
sillón rodante que automatiza el tránsito entre los paisajes de mi sedentarismo
y no era yo alguien enteramente alerta mientras escuchaba la radio
sección deportiva, seguramente, y los goles y efemérides del balón
perpetuados en un lienzo tan efímero como una libélula de humo -pero eso sí-
mundialista, seguramente, la muy hija de perra.

Acudí, dormitabundo, al bebedero imbécil de la promesa renovable
respuesta para el sol, pijamita de todo deseo que se presuma verdadero
y anfetamina frenética de la menos carnal
y gozosa
de las prostituciones posibles

Trabajar me está matando la poesía, colegas míos.
Y trabajar dormido, además, está llevándose el inmensovaloragregadodemissueños.


No tengo a quien reclamarle semejante adaptación al sonambulismo bursátil.

De entre todas las cosas que espero,
espero entero que en las noches tan escasas en que me da por despertar,
esa vejez del mañana no me deje aquí
plantado en mitad del camino, como un ser de meses sin intereses,
de pagos chiquitos, grandotes, pero siempre congelados
y espero también que esta juventud infame que hoy vendo rento doy
miembro a miembro, como un postre dulce dedicado al descuartizador
esta juventud fantasía que un ingenuo analista llama sacrificio
no resulte mal negocio:
moneda de un trueque imbécil y fatuo
compraventa en la que esté con todos, para todos y por todos los postores
(un verdadero gang bang de la existencia mercantil, vaya)

y transacción en la que al final, estéril menú de cuatro tiempos
el otoño no llegue antes del cierre
y a la hora del pastel otra (puta) vez
yo ya tenga cientoquinceaños de futuros bien dormidos



En la jodida bolsa de valores de la vida
todas las acciones aparentemente se transan
en cuenta regresiva.

Vaya cabrona garantía.