Dame
-si ahora me das, si quieres-
tu pelambre y tus ojos de caucho
dame el hule de tus pestañas
y dame
sin saber que otorgas ni restriegas
el mimbre de tu sonrisa y la pijama de tus párpados
dámelo todo sin más revueltas
sopa de letras -again- tu carne y sus revuelcos
dámela entonces:
Mi cuchara erecta quiere pescar esas perdices que tanto lloras
serena la luna la espada la lengua labial y sempiterna
serena
morena de mi largo cansancio
serena.
Refulge la nave y resucitan -también-
las demandas:
Es tu axila de suadero eso que quiero quiero y quiero
Es la cal dentro de los rieles
la sal de los hambrientos
el eco
la posada
el bostezo crepitando entre tanta yerba
Eso es todo lo que quiero (dice lo que quiero):
La frágil y armoniosa melodía de tu cueva y tu silencio estornudante
aáaachuuu, lentos pero agraviados nos vemos a los ojos
áaaachis, la tibieza se amonesta, se expulsa, se retira
y atorrantes permanecen las ganas
Dame pues la costura de ese hilo
y la lenta insinuación ese albredrío de sangre
Dame los poros
las libélulas
las palmeras sudándote aburridas todas esas tazas de café
y todas las balas de salva
y todos los siglos de hambre:
La hilación del fiel cochambre:
el caracol desnudo
las páginas continuas y herrumbrosas
el óxido en los ojales, las camisas y los besos
tierra sobre otra
(una--sobre--otra)
acojinando el frío del plástico correoso
y las lágrimas globulinas y plasticales
de tanta solemnidad aburrida
y toda su masacre irremediable:
tras
lágrima
la lágrima de lodo y la mansalva orquideal y retraída
estambre eso que brota acidulándonos los días
En plena estima
en pleno estío
grieta debilucha que se canta cual paloma
una broma
una trucha en plena rima
un río
un segundo arrebatando cosas mías:
Dame, me digo, dame.
Y cuando acabo por darme
dándome nomás
se me termina
treguándolo todo
la vieja cuenta de los días.
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