miércoles, agosto 30, 2006

Bocanadas

Hay bocas que duran seis horas de fascinación y bocas que duran un guiño. Hay bocas que muerden y que resisten maratones de ungüento y de intemperie. Otras que no muerden pero se quedan estampadas como el futuro de un tatuaje invisible. Hay órganos más allá de la boca, bocas que son chupetes de alcohol, bocas que son selvas magras. Hay bocas sin rumbo y bocas que saben a nada, sabiéndolo todo.

Hay bocas que componen silbidos y los hilan como puentes. Bocas que arrullan palmeras y bocas que tuercen otras bocas en un choque de asteroides que no deja sobrevivientes. Hay bocas nulas, bocas muertes, bocas refinadas y bocas bailarinas. Bocas que me duelen todavía y bocas que no quieren saber a mi boca. Bocas bálsamo y bocas veneno sin antídoto ni plegaria. Hay bocas mustias. Hay bocas turbias. Hay bocas embaucadas y bocas que se han ganado más de tres billetes de lotería, sin que se les note.

Hay bocas como muchas bocas. Otras pequeñas, inertes. Posadas como un corazón sobre los dientes de una horda de caníbales dormidos. Bocas de playa, bocas de lluvia, bocas de nombres que se repiten y se repiten. Hay bocas en mis sueños. Hay bocas desbocadas, desdeñosas, dadivosas. Hay bocas mías por segundos. Hay bocas rubias y bocas de beleño y de musgo. Hay bocas suaves. Hay bocas. Muchas bocas. Muchos sueños, y sólo uno, uno recurrente. Una bocanada de tabaco, tras otra. Bocas sempiternas. Bocas de lluvia. Y de adiós.

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