El camino propone una pared
así como así
justo en el medio y
además
plagada de raíces
Una pared que no puede refutarse
dejar de ser vista
o franqueada a duro golpe de temblor
o de sollozos.
El caminante marcha por encima del quiensabe
desparpajado
indiferente
retumbando sus pasos mudos sobre la hiedra
ya dulce ya venenosa ya tremenda o deliciosa
no le importa.
Camina dulcemente
envuelto en si mismo
redoblando su marcha en franca armonía con las luces otoñales
sinuoso, si debe
recto, si gozosamente eso le cansa
Des-preo-cu-pa-do, siempre
sin más
(y qué)
sin más y sin esdrújulas
renuente a las adivinanzas
cansado del jugo imborrable de la poesía
El camino se planta
la pared frondosa espera florida
entre carcajadas y tridentes
(todo acontece bajo los ojos de la bruma
sobre la piel del vaticinio
entre la cal de los durmientes)
rota la suma y plena la muerte entre colmillos pavorosos
aplaudiendo desde el graderío, jonrones como flores silentes
con la boca lista para gritar cuando esté todo muerto
ido
inerte
Caminante vocifera desde lejos
observa el páramo y saliva escapatorias
ya escupe la rima
ya expulsa los trechos
y pervive hasta endulzar las mariposas y los tuertos helechos
El golpe
llega
sin preámbulos ni salidas de emergencia:
seco como los ojos de un enamorado sin brama.
Atiborrada la existencia
muertas las ganas, quién sabe
Todo llega presto de ganas
sobrio y soslayado:
Pidiendo rastrojos, sudando versos
rogando, entre vaticinios,
un lugar en la cama.
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