martes, octubre 27, 2009

Ingesta de anzuelos

Te mordería como se muerde un anzuelo
como se muerde una promesa que muerde de vuelta
y que muerde de cerca
y que muerde sin pena, ni gloria, ni pena

Te mordería mordiendo. Engullendo. Saboreando la trampa sin pudor
sin horror
sin lágrima, sin risa, sin odio, sin prisa
sin gloria.

Te mordería como te muerdo. Agónico, insulso, turbio y tremendo.
Te mordería si supiera morder. O morder -apenas- mejor de lo que muerdo.


Las horas, cataratas.
Las cataratas, destino.
Los destinos, inciertos -como siempre- pero también destinos.

Mordida. Muérdago. Magullo, imberbe, detrás del orgullo.
Convivo. Confluyo. Cohabito insolente. Cardumen que es tuyo.

Capaz.
Contento.

Es la hora de dormir, insisto, resisto, desisto.




¿Podrías -quizás-

contarme un cuento?

miércoles, julio 01, 2009

Abreviaturas para un beso.

Para un beso. Con eso se dice todo.

Ay, boquita belicosa
lo que no daría por ser capaz de resumir.

Llegar a cuatro sin contar uno solo.
Admitir mi deber sin teclear ni un sólo puntito.

Ay, boquita belicosa:
Lo beligerante se me termina donde te empiezan las ganas.
Yo no soy lo que quiero, ni mucho menos lo que me ponga en gana.

Ay, boquita. Boquita belicosa.
No eres más nítida
que ninguna otra cosa.
No sos nada.
Ni lo semos, tantito.

El punto sobre el punto: Los dos puntos.
Y la nada. La misma nada. La tuya.

Ay, boquita belicosa:
Qué más quisiera que ser yo, queriendo ser alguna otra cosa.
Del puro arrastre me arrepiento.
Ya no hablemos de los sueños
o de las norias
o de los lamentos oceánicos
o de ninguna otra joda.


Ven pa' cá: Boquita belicosa.
Admite que no quiero ser destino.
Y asume pronto que -de verdad-

no me interesa si eres mejor prosa.

Calíbralo de una vez:
Este es el pan funámbulo que tirita entre los planes
y sobre las últimas baldosas.

¿Por allá?
Más nada.

Quizás alguna boca.

O quizás también lo mismo:
tu ráuda y tu breve

y tu larguísima
boquita belicosa.

Es todo un mito cuando cantas
y cuando ríes
y cuando gozas

Es todo -realmente-
un etérnico marchito:

Son todas

sólo rimas


y lo son así.

Por más que las nieguen.

Y por más
que sean hermosas.

martes, junio 16, 2009

La bondad de los archipiélagos (Geográficamente lineal)

En alusión a cierta charla con str.


I.

La mayor parte de la gente duda de lo espontáneo.
Y hacen bien:
quizás porque -muy probablemente-
eso que parecería espontáneo
normalmente no lo es.

O quizás porque
-aunque lo sea-
conviene mejor dudar.

Transitar sobre el océano con la armadura de plomo bien soldada,
soldado,
es en verdad,

soldado

el primero de tus deberes.


"No pretenderás haber hallado tierra firme en vano"
o
"No pretenderás la tierra firme de tu prójimo"

Esos, quizás,
podrían ser los segundos.

A la mar poco le importan semejantes vaivenes
pugilísticos o acorazados:

La mar es un yermo y tortuoso tejido de agua sucia y
salada como los cataclismos
y turbia
llena de pelos
perplejos y remolinos
que no saben con certeza
qué
es aquello
que transita a punta y clavo
de orgullosas
dentelladas
sobre ellos.

II.
La mar también duda de lo espontáneo.
Por el simple hecho de ser mar.
Y hace bien.

No es la mar quien despierta repleta de tanto sol
ni cansada de sus barbas.
Ni es ella quien por más que se sacude
falla en recobrar la calma que supone que le otorgan
un par de mejillas rasuradas
recién imberbes
y devueltas sobre la precisa corriente que supone ser
camino de vuelta

a quién sabe

qué-puta-casa.

La mar duda de todo aquello.
De lo espontáneo, de lo perpetuo, de todo
ello.

Y luego reposa en su violencia muda.
Y repleta de dudas prosigue con su fragua

y con su cadencia.

III.
La mayor parte -y la mar- dudan siempre de lo espontáneo
y dudan siempre del retorno
y dudan siempre de la casa.
Y hacen bien.

Porque quizás acontecen todas esas cosas
y todas esas dudas
sobre la misma
y efímera

y perpetua

oclusión.

La del pelambre que ocupa un lugar
no solicitado
en las cañerías del destino

para que al mañana -me temo-
le venga la tos.

Y sobrevenga también
el ahogo.

La tuberculosis añadida.
Y para que ocurran entonces
desparpajadas

todas las

"coincidencias".

IV.
Bendita la tabla de surf
y bendita también la Pangea.
¿Cómo sin ellas se podria contar la historia
de una isla
tras de una isla
tras de otra isla
que no conoce
ni se contea?

Como planetas de aquel príncipe pequeño
o como boyas en un mar superdotado

Aquí, mi súbito cordero de dibujos,
aquí,
mi ingrávido marfil subexplotado
aquí -y sólo aquí-

es donde ocurren todos ellos
(los ladridos del futuro
los eunucos del ensueño
los que habría y los que hubo)

Y aquí -también-
es donde pasan las preguntas
rozando a veces
pero -siempre-
por un lado.

V.
Te cuento (rapidísimo):
Hubo un día que miré sobre mis pisadas
y así, de pronto, dejé de añorar ser pirata.

Y no es que se me olvidase el placer de llevar una barba bien larga
o de matar lo bienmatable
o de abordar barcuchos débiles y prescindibles, no.

Ese día pudo ser como cualquier otro.
Hasta que miré bajo mis pies
y vi cuando era luego.

Y dejé de serlo.
Culpé primero al sol,
luego a la falta de sueño,
y después a la luna

y al final a las barbas
y más tarde al recreo y a la infancia y a todas las palabras
y a mí mismo
y al mar y a los navíos
y al mañana, y al pasado y hasta me tomé la libertad de ser libre
para culpar a lo eterno.

Pero nada logró arrebatarme la idea.
Ni nada fue capaz de llevarme a otra parte.
Ni conseguí, con todo aquello, apartarme del fuego.

VI.
Bajo mis pies, sobre el mar -primero-
y sobre tierra, bajo sal, y entre dientes
-después-
yacía relajada una roja equis.

Una roja cruz.

Un rojísimo lugar para cavar.

Un destino para el tesoro.
Un norte que no fue solicitado.

Un mañana desnudo.
Un lugar sin bordes: Un cachito de hemiciclo
donde ser enterrado.

VII.
Tuve que dejar de ser pirata y naviero
tuve que dejar de ser dibujo
y de ser cordero
Tuve que.
Supe que.

Luego emití la orden:
"Contramaestre:
Le ordeno traerme su cuchara más pequeña"

De su barca imaginaria
bajó un soldado empuñando una cuchara microscópica.

Ni tardo
ni perezoso
la colocó sobre mi mano.

Y entonces,

así

de repente


comencé a cavar.

XXXXX

(¿Y en este mercado habrá
quien venda un final


para cierto túnel?)

domingo, junio 07, 2009

Panificadora "El Designio"

Una hogaza de pan es mordida y es sueño
paréntesis de harina floja y turbia labia que no muerde
y que no sabe morder
día que permanece

muerte que no se termina
hogaza de pan vestida de mendrugo

canto roto por la mitad
mano que rompe y que ofrece aquello que no tiene
salvedad por instrumentos

piloto automático
hogaza
hogaza de pan

y masticar
y masticar
y masticar

aquello que no se termina
calambre de viernes
etiqueta que no lleva faltas ni rimas

hogaza

hogaza de pan
y que es cordero sin horno empecinado en volarse el día

(volar un día
volar)

y que las pulgas y los bichos que reposan
bajo el ala mayor
se cuenten cuentos y se
acurruquen
como un buen tequila
reposado

que las puertas del metro nunca saben lo que hay
en su interior
ni lo que pasa
en sus adentros

Migaja de pan
migaja de gritos, de sombras, de pan
y de pan
mendrugo como título nobiliario
en estos tiempos de satélites fornidos
resquicios
cuevas y apartamentos tres veces amueblados por los ojos de cierto panadero
cocinero de despojos
y que supo desde siempre que no hay más
y que hay puertas que no tienen cerrojo

Futuro
solución
bufete de hormigas necias en su afán
por desfilar
Alcancías del absurdo
moneditas de hambres tan pequeñitas como arduas
agujetas largas
y recias
y cardúmenes de niños que resoplan chiflidos
reposados y bruñidos
como estambres de corral
o como enjambres en el nido

Tejedoras y futuros
caminantes del auxilio
tejedoras que tejen tercas petulantes
mariposas en frío
y futuros que se duermen y se destejen y se arrancan y se sienten
moretones dignos de un andar sin apellidos
labios tiesos como bufandas sin cuello y penélopes mustias de colchones
y de hoteles en la Habana
o encendidos
tal vez más viejos
o no
o viejos los cerros

y cerros
a la izquierda

De dios padre no-me-acuer-do
cerros de migajas tejedoras
bufandas futuro
hogaza de pan
cierto pan, tal vez
o migajas
o mendrugos
pero en televisión nacional

Penélope a cuadro
aderezándonos el clima:

"yo pedí noticias, no temporales"

dicen las pulgas rebosantes de bufandas y de gritos
y todo es pequeño como el futuro
como la hogaza
como la cal y como el mendrugo

Todo es pequeño sin el nombre que hace falta
sin ti, sin mí
sin el futuro mustio y sin la hogaza violenta
y sin la turbia,
sucia
y voraz corazonada

que le puso nombre

No sé cómo. No sé porqué.

a tanta y tanta cantata
que no sabe, tampoco

por quien
por qué
o a qué horas

se desnuda tras la hogaza
tras el frío
tras la calma

y luego

tiembla.

domingo, marzo 15, 2009

Temblor y temblor. (Un eslogan para el exilio del terror)

Dibújame unas manos que se escurran hasta la guarida
hasta la cueva, el cubil, el final del sortilegio.

Píntame un cordero
crucificado y sediento gis en el pizarrón añil
en la libreta de una esponja avinagrada
Trázame unas manos rotas
empuñando sangre contra viento
y defecando un cliché
TODO al mismo tiempo.

Escríbeme otro evangelio absurdo
una historia más y mejor que la dóctorjauslosjuevesporlanoche.
Un acertijo similar, al menos:
Ceguera entusiasmada versus pesadumbre ilustratoria.
Un camino no-camino en el que "god becomes silent"
y en el que nadie sabe
-nadie supo-
cuán silencioso había estado el susodicho
desde el primero de todos
los principios.


Se me olvida siempre lo impostergable.
Vivir sin ataduras
morder sin bozal
amasarse sin tapujos
y persistir, sí, a pesar de las pólizas chantajistas
de cualquier aseguradora fundamental (o fundamentalista, for that matter)

Escupo sobre la tumba ignota del cinturón de seguridad:
el presente es un transcurso que se vive sobre el agua
bajo el agua
dentro del agua -la más corriente de todas-

Todo lo demás,
sálveme el dios de lo bursátil,
son pretextitos.


Y sí. Si no tiene hueco, queridos,


NO ES SALVAVIDAS.

jueves, enero 15, 2009

Aventuras bajo los puentes

Para L., que viene llegando a casa a las dos y media de la mañana.

En diez minutos, debajo del puente (cantando).


Vamos a las fauces de la noche. Yo y la princesa descolorida. Su boca tremor del asfalto, y las ganas de ponerle nombre a las cosas. Un aullido, de entre la orquesta de caniches que me enturbia la cabeza, dice que es lo correcto.

Toma el callejón y guárdate el atajo. No. Mejor llévalo contigo en la cartera. Si ves un semáforo, le gruñes. Y si te topas con el fin de las vías, avísame antes de desparramar los sesos sobre la carretera.

¿En el mirador? Allá nosotros y una jauría de demonios que arrullaremos todo el camino. Ya quemé el soundtrack para este rapto, y todas las canciones tienen tu nombre.

Sí: Tu nombre. Tu verdadero nombre de princesa. El único que te conozco.

¡Ring! (dice el timbre del teléfono).

Nos vamos. Espero llegar mañana al trabajo, y espero aún más, tener cara de aventura. Ojalá me pregunten dónde anduve. Qué hice. Por qué soy así.

Yo les diré tu nombre y te culparé de todo. Pero basta ya. Estás aquí y el temblor de mis piernas me susurra que andas esperando.

Voy para allá, colibrí. Debajo del puente. Corriendo al contigo.


Contigo siempre. Hasta que nos muramos.