jueves, noviembre 22, 2007

Carnalicemos, si quieres. Pero pronto.

¿A poco no lo ves?
Ay, hermanito.
Deja de esconderte detrás de tu rabia.

Pues por muy ancha que la logres dibujar
yo sé que sólo es rabia
y que yo no soy su destino.

Entonces rómpela.

Despuntemos, amigo mío:
No te olvides que no hay nada tras de la muerte
Y que tampoco hay una puta mierda
detras de lo que todos -decimos que- vamos somos comemos hacemos
que no sea eso
muerte pura y lúbrica
Muerte que se quiere muerte.


Déjame llevarte de la mano, ¿vale?
Te juro que no quiero introducirte otra cosa que no sea el motivo de toda insatisfacción.

No pretendo convencerte de nada.
Para ti -como para mí-
ya no hay salvación amortizable.

Quedan sólo algunas caras
algunos tiempos
algunas palabras
y nada más.

Y los supuestos enemigos son tan prescindibles como el aroma de las cloacas
el vapor de 10 segundos a 140 kilómetros por hora
por el viaducto.
Lo mismo que nada.

Así que venga:
labremos algo que cuando menos nos satisfaga a nosotros.
De una vez: seamos lo mismo que todos los inocentes que vivieron y especularon
antes de la era sintética absurda y digital
en la que nos tocó vivir.

Llamemos una buen chaqueta
despertemos ciertos de lo que no queremos vivir
en lugar de pretender lo que sí.

Discurramos, carnal.
Pues la canción no miente
y las princesas siguen intactas:
A pesar de que lo cierto
sólo es
que el mundo
se va a acabar...

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