jueves, diciembre 20, 2007

Agujetas que me prestó una hermana....

Rasgas el velo del terror y
desanudas las piernas.

Corres
a la caza de besos y
versos,

te llenas de vida,

te ves a lo lejos,

ya casi te alcanzas
y das pasos tan largos como tus gritos.
Aullido.
Mansedumbre.
Fiebre pertinente de cualquier mañana.

***

Pisa el pie izquierdo la agujeta del derecho
tropiezas
oruga del miedo
asco precocido como una cama de arroz barato
imbatible (no se bate)
inasible (no se asa, no se fríe, no se pega).

Eructas.

Resurrección de avellanas
o de almejas

Vives
nuevamente
bajo los pechos
bajo la niebla que respinga
bajo el ardor de cada pezón
de cada recuadro
y también de cada una
de esas -ellas-
alpargatas.

***
Almidón en las mangas:
una camisa sin rayas, sin arrugas, sin franjas.
No hay perseguidor y no hay camino:
tu cuerpo es prestado
y sus tetas son cosa de ella.

Ay. El dolor. El amor. Los gritos.

Escribes mejor cuando acabas pronto.
¿Qué ironía, no?

Un poema debiera ser
inversamente proporcional
a un amante.


Si termina pronto, acaba bien
-uno-
y mientras más persista
-el otro-
menos habrá de desvanecerse
y se hara imposible el escapar de los gruñidos
ode las ganas.

***

Rasgas el velo del aullido
la cal de la mañana
el eco de unos dientes que chocan entre sí
y que luego se acompañan
hasta el frente:

La guerra empieza y tú,
tú no eres guerra ni eres nada.

Buenos días, terror.
Buenas noches, mañana.

Te esperamos equívocos y muertos.
Aunque -la verdad-
no te esperábamos ni entre la media madrugada.

Cuando ya no haya ventanas
estarás bien muerto.
Mañana. Pasado mañana.
En el después de nuestros nuncas.
En el vaivén de las semanas.


No más.
No más angustia.
Mira esa niña que cruza la avenida
el callejón
y la mitad de la ensoñanza.

Mírala bien.
Hoy sus piernas ínfimas no regresan.

Ni tampoco su boca de almizcle,
cal, gis,
carbón que luego es tinte,
sal, fin
imprudencia para un día 15
carne de lo gris, vida de lo simple.

***

Nada.
Nada de eso volverá
nada de eso nos oprime
bajo el velo -ese velo-
rasgado de añoranzas.


Imagínate.
Imagínate,

querida hermana.

1 comentario:

Lahetaira dijo...

Me imagino, tiemblo y remiendo mis historias, el tiempo que escapó: esta, nuestra leyenda, tiene proporciones que apenas voy conociendo.