Y moja mientras todo se humedece sin pudor
en tiempo presente
sí (no hay otro)
Llueve y llueve sobre las pestañas de los grillos
y llueve sobre esos ojos nuevos
y huelen, son ojos que huelen, lo juro
justo como el plástico que forra un nuevo libro
o una lonchera nueva (nuevecita)
o un cuaderno en blanco, de esos que huelen a delirios venideros
o a un libro nuevo, repleto de promesas
Llueve sobre todos los ojos cualquiera
pero llueve, sí, y llueven redobles sobre aquellos
(ah, joder, qué ojos)
(pero qué ojos, ay, repito y redundo y tropiezo sin temor del pecado escribano, sin temor de anunciar mis aullidos)
y me jacto
en tiempo presente: Yo me jacto
Hablando en tiempo presente
porque presentes siguen los ojos alga arroz y asincronía
ojos que simplemente aleja
almejas de toda sintonía
(¿Por qué es que siempre me revuelco en los ojos)
(Lo admito. No lo evito. Y sigo hablando en tiempo presente)
Esa risa que reniega grave grave grave
voz grave deliciosa que no tiene prisa para ebullir entre nuestros cascarones
Puro presente, presente la voz, presente lo que ya se ha escabullido.
Presentes sus ojos.
Cascadas de caprichos despojados de sus alas
remolinos los trabalenguas, todos
huracanes deslluviados y debiluchos
ay, carajo, quiero beberme esos ojos ya mismo
y se me prohibe hablar de ellos en tiempo pasado
como de toda cosa que ya no exista.
Debiera parar. Debiera dejar de ver la lluvia pronto.
Debiera deshojarme y desojarme.
Vivir sin mirar lo que también mira.
Debiera
sencillamente
sucumbir.
(Mas ya pequé de forma insalvable: Abandoné el presente)
Y así de inmisericorde
es que he matado este poema.
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1 comentario:
Sin embargo, más allá del final que le has dado en forma de clausura, el poema sigue lloviendo, sigue ahí y aquí, abierto y mojándose de luz en su más allá de las palabras....
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