miércoles, octubre 29, 2014

Calaveritas impredecibles

En respuesta a la solicitud de N.


Mañana edifico la ofrenda
mi amor
Mañana, sin falta.

Busco entre los muros y las piedras
estalagmitas o estalactitas -da igual-
un puñado de pétalos de cempasúchil digno
una docena de velas
un manjar de cirios y gladiolas y nardos
una hogaza firme que haga las veces del pan de los días
y cientoveinte sorbos de licor o de leche caliente
o de rompope y hiedra
o de jamaica y musgo
para refrescar a las visitas que
sobre la sombra
se ciernan y se bañen y se borren
(como toda visita, transitoria casi que por encima del musgo)


Por mañana quiero decir hoy -desde luego-
Tú ya me conoces:
Cuando el sol me agita
yo me enfurruño bajo las cobijas necias de la madrugada

(Algo tienen las madrugadas conmigo -lo intuyes-
Pero hoy te lo confieso:
y es que se me abalanzan como un sorbo largo y desnudo
repleto de vino
y en mi torpeza les bailo como puedo
hasta caer desde los pies a la cabeza
y luego de regreso: Pero nada más
Te juro -con entereza- que no hay nada más que eso)

Así es que hoy
mañana
u hoy otra vez
cuando el sol despunte y los que traen flores y vestigios
desde hace mucho y desde muy lejos,
se monten como toros hambrientos sobre el lomo de viejos mercados
iré a alcanzarles temprano
para vestir con sus debidos pétalos
la ofrenda del regreso



A mi padre voy a ofrecerle una guitarra erecta
y siete brandys como los que hoy sólo toman los viejos
Quizás también una chalupa con carne
y alguna imagen nuestra
para que nos mire de lejos

A mi nana bendita le bordaré cien abrazos
¿con qué guirnaldas podría ofrendarle mi infancia, si no?
Un puñado de tierra Tepozteca
y un avistamiento de montañas, acaso

Para los amigos no quiero enumerar: son muchos
Aura quizás merezca una de sus lecturas predilectas y aburridas
y no sé qué poner más:
Una rima en mermelada
o un plantío de frambuesas: Ya veremos.

Tú eres de entre todas las que visten el mundo
la más talentosa encargada costurera del cielo

y a las nubes
y a las montañas sedientas
y a las más vívidas ofrendas para muertos
las desnudas todas a punta de atuendos tan rabiosos como azules

Los ojos
los ojos de los muertos siempre se ven azules
cuando menos en las películas (malas) que vemos todo el tiempo.

Y otra vez tú, sobre tus treintayveinticinco años de rubor
intacta de estos dolores y de estos duelos,
que en tus manos llevas el sutil toque de la empatía
erizada como un epitelio eléctrico:
Tú, a la que no se te ha muerto nadie (realmente).
Tú, la que sigues en pie.
Tú:

Ayúdame. Erige conmigo la ofrenda de muertos.
Alcánzame.

Llora conmigo a ese yo mismo
que ya se ha muerto.
Ese por el que ni yo mismo me atrevo a llorar.

__
Eso sí:

No voy a ofrendarle nada a nuestro amor.
al menos no mañana. No hoy. No por ahora.
No en una ofrenda de muertos.

No debe confundirse el aturdimiento con la agonía
la sed con el hambre
la raíz con la penca
lo súbito con lo que quizás permanezca: Nunca.
"Jamás" nunca es mejor que "todavía".

Por eso a nuestro amor no le pongo más ofrenda que otro día
y otro día
y otro más

Por más vertiginosos que se aproximen los intervalos del amor
en mi mirada -que es tuya-
descubrirán su alerta:

Son los ausentes quienes pueden beber
sobre la alfombra de las flores
bajo el cobijo de la noche
sobre la espuma de la hierba

Nosotros no:
que nos tenemos todavía
y que anudando brazos
conjugando piernas
amurallamos todo lo posible
por si la muerte ocurre como un puñal que rasga
o sus castillos ceden tras de sí
desollándonos sobre la niebla.

Toma mi mano, ¿sí?

No hay sombrilla capaz de guarecernos frente a la tormenta.
La que sigue.
La anterior.
La próxima.
La que apenas escampa.
La de hoy.
La tenue, la fuerte, la ciega, la dócil, la verdadera.


(Escucho a la lluvia ceder por encima del pasto
calmándose bajo el doblez de tu espalda,
tras recobrar el aliento en el medio de nuestro abrazo)


Que la paz de los vivos sea con nosotros.

Y que con nosotros se quede.
Si no es "mucha molestia".









domingo, agosto 24, 2014

Lingüística para colonizar nuevos mundos

Para N. -maestra de mis pupilas- y diseñadora involuntaria de mi único alfabeto.

El alfabeto del amor pulsa y pulsa
Late ese viento de guerra cariñosa
y retumba suavemente entonces
como un verbo cristalino que sólo puede conjugarse
en tiempo presente

Obesos diccionarios lloran estertores
y agonías
quietas como naturalezas muertas
aves de cristal
frutos de piedra caliza
secos como retratos mudos que quieren escapar de su lienzo
pero no saben cómo

Libros con estómagos repletos de explicaciones
pero carentes de voluntad y de sentido
Rejas sin prisioneros
Barrotes sin su debido serrucho
Excusas que huelen como la mismísima vainilla del ahora
Atajos ficticios hacia las praderas de la libertad.

La lengua del amor no se habla
nada más
desde las gargantas tibias o los pechos pudorosos

Se trata de un idioma en construcción
una sinfonía donde los silencios fornican tan furiosamente
como los sonidos

Una melodía modulada por extremos
pautada por un ritmo que se sigue a cuatro manos
cuatro ojos
y cuatro piernas que de tan enredadas se confunden desde lejos
y parecen una sola
una sola pierna que parece carecer de la otra
un vacío eterno para llenarle a diario

No hay gramática capaz de valerse por sí misma
ni otra ortografía que la que puede servirse sobre copas traslúcidas
y que chocan holgadamente y ruidosas
cada que se brindan la una
a la otra
sucesivamente
pero jamás repitiendo la operación

Y es que la lengua del amor es una
que puede tejerse con el estambre de la furia
o con el hilo de los días apacibles
o con la seda punzante de esos besos que saben llover a la debida hora
en el debido lugar
y sobre el debido sitio

Sólo el abrazo continuo y rabioso
prevalece sobre la orgía de nuestros abecedarios
Ciertos días es boya
otros días faro
unos más es ancla
y casi siempre es brújula incansable
dibujando nortes como niños que pintan soles
sonrisas
y casas luminosas que dormitan bajo la cobija ardiente del día
-y tu favorita entre sus hermanas: la noche

El día que quemamos las naves, carne de mis ojos,
ardieron junto con ellas todos los mapas que llevaban dentro
y los diccionarios
y las tormentas inclementes
y los piratas que aún revoloteando entre las llamas
se aferraban a sus parches cicatrices

Quemar los navíos no es un acto de fe (créeme, pues es así)
Ni tampoco es una estratagema bordada por la desesperanza
ni bañada en las mieles agrias del hastío:

Abandonado el retorno
cancelada la ruta
se despierta la certeza como una niña que se talla los ojos
para poder verlo todo
y así lograr distinguir la vigilia del sueño


Hemos llegado -gritan las pestañas-
a esta península nueva que vamos recién pisando
de puntitas
(no queremos pisar las margaritas, ¿verdad?)
en la que posiblemente nadie hable nuestro idioma
más que nosotros

Se alza una bandera para el nuevo nombre que dice "aquí"
y descuida: nos haremos entender (creo)

pues tarde
o

temprano

nuestra lengua será sólo una.







sábado, enero 04, 2014

Todavía no (pero sí)

Te he dicho ya
y de forma suficientemente clara
que si lo que de mí necesitas son lisonjas y piropos
de mí los tendrás

Por más que camines hacia la niebla
por más que mis monstruos se aparezcan rayando lo súbito
llegará ese póster de convergencias
verdades
y minuciosas descripciones que te circunnavegan
abrazando lo más bello de ti
y trazándolo sobre el hielo
las piedras
la orilla del mar
y cualquier otra clase de lienzos transitorios

Todos, todos ellos
habrán de morir

Quizás fueron muchos los días
quizás a los dos nos cimbra lo hermoso

No tiene caso ponerle nombre a esos peligros
si de verdad es que ya sabes los que quieres
y en dónde estan




Todavía no sé bailar como quisiera.
y quisiera, si es posible, que me enseñes tú

Me ha tomado años. Décadas, incluso.
Pero hoy ya no me queda espacio alguno para dudar
Y aún si te me vas
o te me niegas
o te me acabas desapareciendo (o yo a ti)
tengo que rendirle la debida admiración
y los honores
a tu carne
a tu corazón
a tu sangre.



Me haces feliz. O cuando menos, eso es lo que tantos dicen.
Yo no tengo siquiera palabras que ayuden a fumárselo todo

Yermo. Sitiado. Tranquilo.
Aquí me hallas siempre que tu boca no sea la que cante el himno nacional.

Y aún así, roto bajo la piel
terrible como pocos
te amo.