jueves, agosto 19, 2010

Brevitabundos...

No tengo idea de los porqués
-cuando menos en general-

Y sin embargo, cuando se trata de la lluvia
o de la amnesia
o de la debida consecución de la fantasía
hay algo más grande que mi dolor más grande
y que mi dolor más puro
y que mi dolor más rebuscado
que me llama
y que me obliga
que me arrastra y me domina y me parte y me rompe y me recompone

y que me devuelve, como si nada
a la misma ola.

Es lo mismo con el mar.
Del que quisiera aprender tanto, pero no lo puedo
de tanto odio
y de tanto sinsentido
y de tanto vaivén gratuito y monotemático
el ir y el venir
el ir y el venir
el ir y el venir y cuándo se acaba semejante ronda.

Aún cuando era niño ya conocía de los pechos del mundo
por mucho que se escondieran
por pequeños o por grandes
yo les sabía, pícaramente.

Hoy es el día de la ola.
El día del amor.
El día de las cosas y los vaivenes.
El día de los pechos.
El día de las locas, de las hojas, de las cosas
que se duelen fantasiando
que se nombran
que se doblan.

Y hoy, precisamente,
olvidé hace diezmil años mi reloj.

¿Tienes dónde,
tienes cómo,
tienes cuánto,
tienes horas?

Si es por mí, mándenlo todo al carajo.

Y ahí me avisas donde es,
por si al final del rato me rajo.

1 comentario:

str dijo...

Y para qué entender, al fin y al cabo. Cuándo los cómos, los cuándos, los porqués y los cuántos nos miraron a los ojos con compasión y nos mecieron en grato consuelo... Si dejas al ego que avasalle al alma con datos tejidos incluso con la mente menos infame, acaba uno con enciclopedias escondidas en cada arruga, con mil tesis defendidas ante tribunales de juicio ficticio de una sociedad enferma. Hoy es el día, precisamente, en que la lluvia se vuelve más oblicua que nunca, devolviendo cubismo para los sentidos, desafiando las perspectivas de leyes caducas. La vanguardia eres tú hoy, sin relojes, ni horas contadas. Y al final del viaje, todo el coraje de lo que se fue y se será.

Gracias... es siempre un placer leerte.