En el tejido el botón
la isla abyecta que no pide nada
la hora sin rumbo y que es
-sin quererlo-
como cualquier otra
como ninguna
como las alas
tan rotas
tan oscuras.
En el botón el orificio
o el par de ellos
o la narina tímida que aspira a inhalar
y halar, con todas sus fuerzas,
esa bocanada de aire que presagia un segundo ulterior
y que tiembla
absurda y tenaz
por el simple hecho de saberse viva
e iracunda
La sabia segunda
La fría, la inmunda, la paz.
En el orificio el trayecto
-siempre el trayecto, presumido, presumible-
sendero que se siente sonido
significado para cosas tan endebles como el amor
o la semana
o el hartazgo que todos ponemos donde quisiéramos
poner las ganas
el ardor
la picana.
En el trayecto
la rota calma
el entero indivisible
la digital alevosía de no decir nada
la hora cumplida
donde uno se halla sin acudir
la frágil conjura
en la que alguno -alguna vez- entregó sus canas.
Rábidos tímidos sórdidos y empuñando la calma.
Pues sobre la calma
el delirio.
Y sobre el delirio, la nada
la antigua
la avorazada
Ya el mundo empuñó esta camisa
cobija de asombro
mantel de la risa
rebozo del otoño vejado y aburrido
alguna vez, -aquella- y TODAS, ya lo sabe
ya lo hizo
Tras la brisa
se anduvo buscando
y tras buscarse
se supo sin prisa
se dijo
se pudo
y luego nevó
y nevó
sobre la cornisa
Nunca antes Barcelona se supo tan turbia
y nunca después halló el conjuro.
Lo juro.
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