jueves, julio 10, 2008

De la lluvia y lo fortuito

Para S.I. , la cumpleañera.

Decía el gran cocodrilo
que uno se cansa de ser Dios.
Y decía
también
que uno se cansa de llover sobre mojado.
Decía entonces
luego de tanto hartazgo
que sólo existía la lluvia
lluvia
lluvia.

Y claro. No soy quién ni soy nadie.
Al menos no cualquiera que se sienta capaz de desdecir las lloviznas de los otros.

Yo soy yo y mi circunstancia
aunque también yo soy mi hambre.

Y maldigo y bendigo
y desdigo y hago míos los asuntos de otros
y las viejas y las tardes.

Soy, sencillamente, un asco de cabrón.
Un vil otro mequetrefe que hace suyas las palabras que son putas
y sí: por sobre todas las cosas, putas.
Y que no le merecen respeto a nadie.
Yo soy ese. Soy el peor.
Soy el que no sabe.

Lo malo (del asunto)
es que en este andar dispuesto
hay diez mil cosas que valen.
Vale llorar
Vale quedarse
Vale todo, de verdad, siempre que insista y que te llame.

Vale una boca de pintura
No: Vale tan solo la pintura.
Olvidémoslo todo pues aquí viene trotando la hermosura

y sin más

sin nada

No otra cosa que no sea ella misma.

La boca bella. La sonrisa. El tiempo invertido en tantas horas de pesca
para que todo
TODO
se reduzca a un par de labios
-probablemente ansiosos de cualquier cosa que sea más que simple deseo-
y que rompen como olas en el dique no verbal del infortunio.

Hola. ¿Cómo estás?
¿Cómo podría descifrarte?
¿Cuándo es que se juntan otra vez los nombres, las canciones y los delirios,
en otro once de julio, en otro lunes
o en otro martes?

Tu nombre, como tu boca, como tu tiempo:
Todos podrían decirme de tus ganas de ser amada
con la misma fragilidad que supone ser viento.

Pero yo no sucumbo. No, al menos, ante tu nombre de luna
ni ante el eclipse
ni ante el miedo.

Yo miro más allá.
Miro donde nadie ha mirado.
Miro donde ni sus tripas se lo han permitido.

Y miro mientras miras que te miran todos:
todos -siempre-
mirándote lo menos.

Lo menos importante.

Miro y miro y remiro otra vez.
Es el once de Julio de milnovecientosnoventayuno.
Con el eclipse más magnánimo que nos habrá de tocar en nuestras vidas
tu, diosa del quiénsabe, ocultas al Sol para ocultarte luego.

Y lo es. Y sucede. Y nos encontramos decenas de años después,
otro Once de Julio.
Otro día en que te eclipsas bajo el miedo,
aunque lo sepas todo.
De antemano.

Pero lo sabes.
Sabes que tu nombre
no es sólo el nombre de la luna
o del martirio.

Sabes que sabes demasiado,
y que te encuentras cansada de contarle tus historias
a quienes no entienden de alardes.

Sabes mucho.
Sabes tanto como quieres.
Quieres todo.

Y todo es sólo lo que todo significa
aunque también todo es tu piel cuando dice y dice
hasta hartarse.

¿Crees que no veo más allá de lo que veo?
Lo sé.

Lo sé todo.

¿Cómo hacerte entender...cómo explicarte?

Ocurre el amor como ocurre el eclipse.
Eclipse tácito implícito,
amor que se duerme entre los callos de lo que ya nos hizo daño.
Precaución.

Silencio.

Silencio entonces.

Silencio para ti, para vos, para nosotros.

Silencios porque entonces habría ruido.
Un ruido insoportable.

Unas ganas insalvables,
incapaces,
indómitas
e inamovibles.

Todo eso: Eso que con tu gran cerebro de 2433 centímetros cúbicos, ya sabes.

Y yo, con el mío
quizás pequeño,
también lo sé.

Demasiado peligro. Conviene resguardarse.


Y aún así te digo hola.

Te digo "quién sabe".

Te digo "luego".

Te digo "no te calles".


Porque de hablar ya estoy maltrecho y cansado y pusilánime.
Pero de ti, la cumpleañera, aún no sé nada. Y no pienso errar hasta callarme.
Y que sea, pues, lo que sea.

No hay mal que dure 100 años -eso seguro- pero, piensa: No hay bien, tampoco,
que aguante 6 -o más- tardes.


¿Vamos,
o nos quedamos?

¿Vienes, o te quedas?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Quizás el problema sea que las putas son lo único que en verdad merece respeto: ni el amor, ni la lluvia ni el saberlo todo... Sólo esta puta realidad.

hortelano dijo...

Definitivamente.

Pero cuesta más trabajo pensar (y sobre todo ejecutar) todo aquello que le gusta a esas "putas".

Por más respetables que sean, siempre trabajan para alguien.

Por eso nunca he recurrido a las "reales", y siempre me deleitado en las mundanas. Las llenas de palabras. Las que están para saberse, y las que se van cuando no hay nada que las difame.

Yo también soy "otroquechambeo". Lo admito sin mayores alardes. Y sin embargo, respeto a las putas palabras tanto como las uso: a veces para escapar de mí, a veces para volver a casa.

Son como el fuego. Elemental, rutinario, atómico. En fin. Todo es tan anónimo últimamente...