Para Efraín Huerta. El más grande poeta que ha dado México.
Cielo
O nubes
O estrellas
O jardines y sus obvias flores
piel cáustica
amor y su obvia pesadumbre
Revolución.
Esa
savia y raíz de tu palabra,
cocodrilo de prodigiosa estirpe
humilde amo de tus dominios y deseos
humilde amo de la carne grieta y surco
y de sabores ominosos
alados placeres del que llamamos
hombre
esa
resultó ser tu insignia.
Sombrero en mano y corazón tiritando,
Nos inclinamos frecuentes
y solemnes
ante esos tus tan tuyos versos
y ante tu muerte
y ante esa luz vegetal y dionisiaca
que ni tu verbo engendrante logra contener
Reverencia
ante la fuerza energúmena de tus ojos extintos
iluminando el ahora
Reverencia
pues
eres tú
nombrando los lirios
o las gladiolas
o las orquídeas
Reverencia aun más irreverente:
hete nombrando los sexos y sus cordilleras de muslos
de esos que sudan siempre
huelen siempre
y saben siempre
y nombrando también las cosas suaves
y hasta la dura nada
Reverencia
tú nombrando el bronce y los duraznos
o el invierno en trolebús
de algunos días de junio
para fundir cualquier entraña dulcemente
con todos esos néctares apalabrados
y su magma-nieve delicada
Reverencia
Tus aleteos destilados
buenos tequilas de tinta
mejor que suero
catéter en la sangre
tus vivencias envidiables
Delicada la brutalidad del placer
¿Era el verano que bebías sin miedo
o la sal de tus amantes?
¿O era algún fuego forjado en la hoguera de cien mujeres
vibrando sus acordes suculentos
o el desnudo asombro frente al otro y su mirada,
los que forjaban tu precisión asimétrica
y tu plácida perfecta
y penetrante
poesía?
¿Eran las horas no adjetivadas
O esos pocos años de frío
o la barbilla inquilina de tu cara alcohólica
preferida de todos los muslos de la ciudad
o el escueto silencio del presente taciturno
y aburrido
los que visitaban tu palacio de poeta
los que esculpían tu
cardumen de palabras
los que te emergían hacedor
y te entregaban su poder y sus misterios
como una
virgen
en sagrado sacrificio
de su virtud ?
Sabrá la chingada
o chance alguna de sus hijas,
por qué para ti los vientres eran playas
y los sexos islas remotas
y las palomas sangre
vuelo
libertad aérea
desconsuelo de insulsez
y pecado de suculenta penitencia.
La cosa es que bajo ellas
la ciudad y su ruido antinatural
y su estiércol misericordioso
y hasta su grandeza tibieza y sus calles necesidad
y noches lamento empujándose
y sus orejas de frío
todas las canciones siguen aquí
aburridas
insoportables, casi
desde que te fuiste a dormir para siempre, poeta.
Si supieras
así de tan bien extinto
tan ojos de polvo
y maestro
como sigues
si supieras el placer que ha sido
Es
Somos
Cuando vamos juntitos a beber tus palabras pretéritas
Y cuando así de muerto
tan vivo
las repites necias, ebrias
e irrepetibles
y si supieras
maese
que no te acompañaron a cantar bajo la tierra
todas las arias palomas que domaban tus flores
Ay, si supieras
si subieras a beberte las que dejaste espumosas
y si me quitaras de encima tantas flores plásticas
de cantinas paradisíacas
y tantas señales tan verdaderas
y tan falsas
Ay, si supieras
si no estuvieras tramando bacanales subterráneas
Si no estuvieras cogiéndote con las raíces húmedas
del subsuelo
Quizás, maestro,
y sólo quizás
me mandarías a tus diablos asignados
para que me dejaran de abrazar con sus mentiras
y sus frases hechas
que me niegan
todavía
el camino a tus zapatos de poeta.