jueves, octubre 26, 2006

Marina de la incertidumbre (rimas improbables para una mujer virreinal)

Justamente reajusto
calambre adusto
y con tal susto es que dejo de adivinar
y no adivino
y no quiero ni tan sólo pensar
triste sinpasar del malagüero
y lento, muy lento,
me transfiero los ojos y las ganas
del sin querer al aposento
del malquerer al siempre quiero
y ahí es donde el acertijo se resuelve sin que suenen diez campanas
y reviento de tanto suceder
y cuasimuero
y me vuelco satisfecho frente a toda la semana
porque simplemente no
porque todo esto es mañana
no hoy
no nunca
y la yunta se convierte en sol verdad y en piel manzana.

No adivino ni tampoco quiero
ya la línea o el detrás
ya la voz o sus livianas
treguas para lo posible
o muros para ciertas ventanas.

Porque esa es tu voz
y esta la mía
y en el medio dormita el gran jardín de lo indecible

Serena, hermosa, marina:
nuestra voz no es el dilema ni el esquema o la tarima
es solamente voz
es solamente otro teorema
y sobre él es que debemos dormitar y embelesarnos con la rima

Sea pues: rimemos
que no cunda lo inseguro y que tampoco nos obviemos
Serena, hermosa, tan brisa:
que sea de la risa este poema
y de sus palabras otra prosa
Amémonos alados sobre la cornisa
sumemos nuestros lemas
y no restemos elegías ni baldosas.

Que no importune adivinar
ni mucho menos la prisa:
Este es un tiempo en tiempo atrás
y estas las ganas que me atizan
problema y caracórnea tibia y espinosa
sal que refulge sobre el mar de los remedios
tras la fauna y tras las moras
dentro de los besos, lejos de las horas
cura y ungüento sin cangrejos
savia que existe sin querer domar las cosas:

Este es ese eco que canta al decir "nosotros"
rabiosamente y sin consuelo
y estas son las horas que ocurren mientras estamos todos rotos
pero cerca del fuego
y mutuos
y en silencio sacro y sepulcral
somos todos
somos unos
porque amamos sin saber
y decimos
sin hablar.



(Todo cínicamente indica
que el amor

es como el mar)

miércoles, octubre 18, 2006

Sueños que discuten tras bambalinas

Para la princesa última (que no es lo mismo -espero- que la última princesa)


I.

Miro ese reloj que se levanta pretérito y transparente
sobre los vellos revoltosos de mi muñeca más ingenua
y menos criminal (la izquierda)
lo miro con gracia
con ganas
con pretéritos
con inocencia
y con una revuelta atemperada por los climas tropicales
lo miro sabiendo que no existe y que aún así
me da la hora
y la hora me mira pretérita y despojada de inocencia
mueca cruel sobre una rueca retruécana y estúpidamente culterana:

porque sabe que detrás de la pared estan tus muros y tus ganas
y que detrás de tus ganas dormita la inocencia
y que detrás de la inocencia te revuelves y revuelcas
y que tratando de dormir
y que tratando victoriosamente de no mirar pretéritamente la hora
asustas tus afanes de revuelta
y desbielas esas maquinarías inocentes
que apuntaron -alguna vez-
al grisáceo corazón de eso tan elocuente y tan ladrillo
y que hoy se apila amordazado entre la piel de tus murallas.

Hemos deportado juntos
todas aquellas lluvias pertinaces y labriegas
y hemos echado del pueblo a todas esas gotas insistentes
¿Qué más da la hora si ahora me encorvo
y me flexiono en rendición de cuervo impotente?



II.

Pero es que miro esa mano tan izquierda y mía
a la que todo le da lo mismo
y la veo, tan no mía
y tan descarnada e indemne concubinante y concupiscente
tan manita muñeca y tan locuaz salpicagritos
y es que hace un ruido tan soberanamente ataladrante
y es que es capaz de esconderse tras el más mustio de los códigos silentes.

La mano me da la hora: Ahora.
Medianoche sin que medie entre tus piernas la luna en remolinos
o la esperanza acolchonada
o la sequía en desesperanza
o el otro y próximo tren
que pudiera arrancarnos un buen ramo de gritos
o cualquier revolución que pudiera llevarse entre los dientes.

Es la media después de la media.
Y tristemente estas medias no son las que cubren esas tuyas pantaletas insolentes
no
Son nomás las doce y media calculadas entre oscuridad y espejos
las doce y media radiantes y bien peinadas:
Mi disciplinaria hora del buendía y el desayuno.

Y aspiran este aire dos cabezas:
la que sabe que es temprano como nunca
temprano el fresco cóctel de besos y de sangre ligera y diurna
junto a la que sabe cuán tarde es y se sienta en su mecedora
y te huele despojada de acertijos
y te pinta detrás del muro que contiene a la pared que contiene al otro muro
y que mientras cual si poco fuera
va quemando nuestras naves nuestras tardes
nuestros amasijos y nuestros futuros tan pretéritos

Mírala: repele nuestros quiensabes y los quiensabes de esos otros inservibles hechizos
de media carne
de media tarde
de media entonación y de medio alargue

Con el poder de una llamarada que triunfa
sentadita sobre la risa burlona
de una noche entrada y reconocible
y que simplemente se mofa de lo nuestro inalcanzable.


Aspiran y suspiran y sinfónicas se cansan
de sí mismas
de sí todas
de sí desnudas y olvidadas en mitad de cuerdasflojas
inconscientes palomas que pestañean sobre ingrávidos alambres:
nulas
idas
dormidas y durmientes
Mesuradas hasta la tumba.




III.

Dos cabezas entrecruzan sus aullidos
sólo para demostrar lo poco que es aullar
y lo poco que importa entrecruzarse
si se lleva pasaporte hacia la nada.

Mantelitos en el crudo restaurante del silencio.
Silentísimas cruzadas.
Templadísimos templarios.

Dijo él: Yo soy mi corazón desamparado y negro.
Y dijo bien: Porque le soy cuando he gastado
ineficientemente
todos mis albores y todas mis tardes de pan de oro
y mis tuercas solsticiadas
y todo lo mío junto a lo tuyo
y todo lo bueno y todo lo bello y todo lo Platón y todo lo cierto:
Bancarrota asimilada.

Detrás de la pared queda sólo la maqueta de tu almohada
y ese muro ensimismado de tu aroma
y esa lenta lluvia
y esa lenta
lenta
l-e-n-t-a-m-e-n-t-e t-i-b-i-a
lotería

Que ya no vale ni media mazorca
mal ganada.


Duerme, princesa. Duerme.
Como buen apostador me he apoltronado en las entrañas del castillo
y como buen adorador lo pierdo todo
sin dejar de amarte nada.

Nada.

Nada.

jueves, octubre 05, 2006

Inmune

Atrás con las espadas
flor de mis hartazgos
atrás con las lenguas enredosas
y los trazos de verdad
y las ganas de matarse
Atrás y en ominosa retirada -escúchame-
porque mi piel resplandece en su metal de catarinas invencibles
y resguarda bajo si una debilidad que no conoce el infortunio
ni descubre de sí misma la más mínima tajada

Ponte lejos, dentellada
y mejor acicálate ese uniforme tan llano y tan tibio
ya mi carne se guarece sin permiso
y todo el tierno sortilegio se ha marchado
ya a contemplar el plenilunio
ya a reunirse sin remedio con los restos de la manada

Rendición es lo que esta rendición merece
silencios largos que se mastican como el caucho
lágrimas que no se noten
reposos que no digan más cosa que esta nada

En un tiempo donde todos viajan, llegan y vuelven, se convencen
mientras lo nuestro yace como el plomo
sin viaje boscoso y sin luz atemperada
lento como lentos van los muertos
y frío como frías se cimbran sus espaldas

Hay motivos que aniquilan el amanecer
así como hay sonrisas que lo guardan
Hoy renuncio, hoy sombrío
y hoy desconsolado me maldigo
mientras te vuelvo a esconder
bajo la cama.