jueves, diciembre 26, 2013

Pasando lista.

Para N. y sus cinco saberes.

El primero:
Empieza por cargarte en brazos
hasta el colchón nuevo y reluciente
aún entre sus dos manchas.

Sin jadeos
Sin trastabillar ni un instante:
Eso es amor, porque es protección.
Y proteger es imprescindible.

El segundo:
Decírtelo todo. Por oscuro que parezca.
Por terrible que resulte.
Llevándose a cuestas las víctimas
los daños colaterales
y los perros aplastados en la carretera.
Eso es confianza.
Y es amor porque es confianza.
Huela como huela.

El tercero:
Tomarte de la mano, tranquilo.
Soltarte la mano, tranquilo.
Verte partir en un avión de calidad cuestionable, tranquilo.
Esperar a que me busques, tranquilo.
Hablar contigo, tranquilo.
Dejarte ir, dejarte bailar, dejarte sin mí, tranquilo.
Eso es lealtad y es amor.
Y lo es porque no existe el uno sin el otro.

El cuarto:
Olvidarte tras quince minutos.
Y no: No OLVIDARTE, por completo.
Simplemente dejarte de saber.
Dejar de adivinarte. De predecirte. De recordarte cerca.
Intuir a lo que hueles, sin saberlo de cierto.
Recurrir a lo que agencio y atesoro, pero quedarme en el umbral.
Y no sentirme ni lejanamente mal por no saberte toda.
Ni tenerte toda. Ni dominarte toda. Ni ser dominado por ti
todamente.
Eso es laberinto. Y es amor. Porque la alternativa es
sin más
la primera y más dura causal del aburrimiento de la que se tiene memoria.
(razón para prender la tele, por ejemplo).

Laberinto, pues. Laberinto sin hilos ni señales.
Amor.
Amor, pues.

El quinto:
Cutzamala.Sin más.
La cascada de guiños.
El río inagotable de la complicidad.
Lo que sólo tú y yo sabemos.
O sabremos.
O debiéramos guardar.

Esa bolsita pequeña que no has terminado.
Para guardar tu celular y mi pequeña y diabólica maldad.
La de mezclilla.
La que tú y sólo tú sabes.

Cutzamala porque es que brota como el agua
potable
sobre el tubo
dentro del tubo
bajo el tubo interminable del laberinto
protegida
confiada
leal a su cauce.
A su causa.
Cuenca coludida conmigo. Contigo.

¿Cómo no amarte con cada cosa de éstas?

¿Cómo parar?


Pasando lista seguían allí las cinco cosas.


¿Podrías repetirlas por mí?

Cada quince minutos decido olvidarlas.
Y sí.

Es básicamente

para que me las recuerdes.


Y proseguir.

miércoles, noviembre 20, 2013

Eres agua (canción para luego de 4 días sin ducharse)

Sólo N. a quien debo recordarle que para esto no hay manual. 

Cuando todas las cisternas del barrio
Enciendan todas las bombas del barrio
Y el agua empiece a fluir
de vuelta
acarreando consigo el óxido bruno del Cutzamala que se muere
y con él también la cura a todos nuestros males sanitarios

Cuando toda esa agua aprisionada sin deberlo
comience a caer
Y cuando me increpes que de tan seco te resulto asombroso
Sólo me restará por decirte:

Asombroso es que todavía exista el agua
Que todavía vuelva
Que todavía ocurra.

Asombroso es lo que el agua produce
Lo que el agua lleva
Lo que limpia
Lo que ofrece.

Asombroso es que tú me hagas desear ser asombroso
Para ti.
Y asombroso es que el agua venga
y que se lo traiga todo
y que se lo lleve
todo también, tan bien.

Asombroso es que tanto nos nutra su presencia.
O que nos sintamos desérticos, yermos y perdidos
sin su guía y sin su ruta,
para luego ponernos frescos, presentes y hasta
certeros
cuando sin avisar
ocurre




Fósforos de sangre encienden en las bocacalles de mi encierro animal
El hervor límpido de mi carne
dentro de la jaula
lejos del frío y recién bañada

indica con toda solemnidad:

El sediento vive.
Y vive, casi siempre,
por culpa y por obra
del agua.


¿Escuchas la lluvia?
Algunos creen que esa es agua que se desperdicia.


Yo no estoy tan seguro.

miércoles, noviembre 13, 2013

Mujeres nube. Mujeres estatua. Mujeres llovizna.

Como chispeteo y lenta me ocurres por encima
Por adentro, no se ni de dónde
Y cerca de ahí
donde la médula y el tuétano se abrazan sin tocarse
Ocurres como un fenómeno vivo,
un columpio de besos
Un carrusel sin sombras ni vértigos

Es muy de noche y todavía no te conozco la piel.
Me urge.
Y es muy de día para que me dejes ciego como un cirio
como un sol diminuto de aceitunas
como un delirio trágico y autómata
que sólo quienes seguimos rotos sabemos replicar
y replicar
y replicar
hasta quedarnos dormidos sin broncearnos siquiera las pestañas

Yo no elegí a las mujeres. Las mujeres se me eligieron por dentro.
Bien podrían haber sido los hombres
¿por qué no?
Pero gracias a mi afán por engullir laberintos
en mis entrañas se enraizaron las complejas y no los hermanos cavernícolas

De ahí que ver una mujer lloviendo vale cada sílaba del gerundio
¡Por las barbas de Bretón! ¿De verdad te atreves a incrustar ahí
como si nada
un gerundio de esos? (replican la calma y la técnica, ambas mujeres
y ambas más y más indescifrables con el paso de los años)

Seniles torbellinos que se suponen sensatos (me digo)
Se salen solos los solemnes sorbos pecaminosos y gerúndicos:

Por las mujeres que me han partido el vientre
sería capaz de sembrar incluso un par de esdrújulas.

Ah -replican-
pero al pedir permiso, ya lo has hecho.

Rotas pues las reglas del laberinto
toca una vez más volver al principio.

El principio es una mesade mármol
donde reposa un vaso frío
y que está posada sobre unas patas indescriptibles de caoba mística.

El principio de hoy no se parece en nada a sus predecesores.
Cada principio es uno.
Principio pues, el próximo.

Peor que el pasado es improbable. Eso seguro.


Quisiera decir que me lleva la mierda
como quien dice que esta noche hay espárragos para la cena.

Pero ahí, de pronto, pierdo la partida.

Esa esdrújula última me devuelve a la sierpe
en lugar de a la escalera.

Casilla cero.
Verdes conocidas es lo que clama el meteorológico.

Espero llevar paraguas esta vez.
No sea que me engulla la tormenta.

De nuevo.


martes, agosto 06, 2013

Calaveras para la inminencia

Pienso en la pala
en la tierra
en la grava dentro de la tierra dentro de la pala
montada en la noche
abrigo del frío
y fiel obrera del silencio más antiguo de todas las gargantas

Pequeñas cabezas de lombriz dentro de la tierra
encima de la pala
danzando, escuchándolo todo
Y esperando ansiosas por ser vertidas sobre mi tumba
o la próxima, la que siga: 
no alcanzo a ver bien desde aquí
pues mi pijama de huesos no me deja oír nada

Aullando furibundas lombrices como
tenedores excitados frente al siguiente platillo:
¿Qué comerán los colibríes cuando se cansan del polen?
-pregunta quietecita mi calavera-
¿Y cómo es que una cabeza de lombriz vuelve a la vida
y al hambre
cuando ante sí la pala presenta uno de esos menús
 inesperados de canciones y manjares
cantados bajo la melodía del arpatierra?

Las cuencas de mis ojos, las necias:
Cansadas de tan vacías tras su castaña
nostalgia
gruñen molestas:

¿Y por qué los cráneos persisten en preguntar como preguntaban antes los niños?
¿Y por qué aún cuando huecos todavía los cráneos preguntan
                y preguntan?

¿Y por qué se sienten o de dónde les viene
o de qué orificio les brota el derecho a rezongar
como si nada?
Claros claro,
tan huecos como nosotras, nosotros
están ahí lánguidas límbicas
lésbicas lúbricas

lábiles lúcidas

lóbregas límpidas

lombrices lentas lamen lodo

lodo aquello que ven.

Pero ninguna lombriz distingue sus carencias.
No les miran por dentro.
No pueden.
Abusivos y circulares
tenían que ser los gusanos
esos que engullen la carne
y que lamen lujurientos la cal de su inteligencia.

La pala perpleja persiste
pensativa pero pazguata
y en el uno-dos de verter olvido sobre la tierra
y bajo la tierra, y sobre la tierra
la pobre penca parece pedir paz por poquito,
por merito, 

pero calla.

Procede pronto con lo suyo
y sí -todos saben- allá abajito
que prefiere siempre la calma llana, la camisa limpia
la cornisa más plana entre todas
la terraza dormida
el balcón.

Buenas noches,
silba entonces suculenta
y llena de rabia amordazada:

(propina pues un par de golpeteos simétricos sobre el nuevo y gran copete de tierra recién peinada:
Su señal  para dormir ya vino. Tantito nomás le faltaba. Y vino) 

Pronto, probablemente, proseguirá


Nadie la arrulla.
Ella, sin embargo,
nos mira dormir a todos.

¿Cuál será la mejor canción de cuna?

domingo, marzo 10, 2013

Probabilística de las piedras

A pedradas nos pusimos a cazar mariposas
peñascos al aire
incapaces de percibir la resortera, la insectitud
la trampa:
esa súbita raigambre que traza cualquier revoloteo

Se nos puso una piedra en la mano
y se nos encomendó hacer lo mejor posible con su destino.
Se nos puso una piedra
en la mano
y apenas entonces sabíamos lo que una piedra era
o en dónde nos quedaban
-pendejamente-
las manos.

Mariposas a pedradas,
dijeron los grandes jefes
Es hora de cazar y dejarse entonces de tonterías

Pero en mi pueblo nunca hubo tantas
ni tan enjutas
como para poderlas matar sin compasión alguna.

Trato de ligar el sonido de los trenes con la sensación del hambre:

No soy yo el que acabará siendo un gran cazador de bisontes
ni tampoco un domador de historias
ni mucho menos un traidor de la carne.


No soy yo.
Es otro insecto.
Por encima se nos cae la tarde
y entonces -por fin- aparece el silencio.

¿Qué tanto hay que invertir entonces?

¿A qué horas -tan sigilosas, tan subrepticias, tan bobas-
nos cayeron encima las faldas del tiempo?

¿Cuándo fue que se nos dejó venir encima
como un  intrépido gendarme?