Mujeres nube. Mujeres estatua. Mujeres llovizna.
Como chispeteo y lenta me ocurres por encima
Por adentro, no se ni de dónde
Y cerca de ahí
donde la médula y el tuétano se abrazan sin tocarse
Ocurres como un fenómeno vivo,
un columpio de besos
Un carrusel sin sombras ni vértigos
Es muy de noche y todavía no te conozco la piel.
Me urge.
Y es muy de día para que me dejes ciego como un cirio
como un sol diminuto de aceitunas
como un delirio trágico y autómata
que sólo quienes seguimos rotos sabemos replicar
y replicar
y replicar
hasta quedarnos dormidos sin broncearnos siquiera las pestañas
Yo no elegí a las mujeres. Las mujeres se me eligieron por dentro.
Bien podrían haber sido los hombres
¿por qué no?
Pero gracias a mi afán por engullir laberintos
en mis entrañas se enraizaron las complejas y no los hermanos cavernícolas
De ahí que ver una mujer lloviendo vale cada sílaba del gerundio
¡Por las barbas de Bretón! ¿De verdad te atreves a incrustar ahí
como si nada
un gerundio de esos? (replican la calma y la técnica, ambas mujeres
y ambas más y más indescifrables con el paso de los años)
Seniles torbellinos que se suponen sensatos (me digo)
Se salen solos los solemnes sorbos pecaminosos y gerúndicos:
Por las mujeres que me han partido el vientre
sería capaz de sembrar incluso un par de esdrújulas.
Ah -replican-
pero al pedir permiso, ya lo has hecho.
Rotas pues las reglas del laberinto
toca una vez más volver al principio.
El principio es una mesade mármol
donde reposa un vaso frío
y que está posada sobre unas patas indescriptibles de caoba mística.
El principio de hoy no se parece en nada a sus predecesores.
Cada principio es uno.
Principio pues, el próximo.
Peor que el pasado es improbable. Eso seguro.
Quisiera decir que me lleva la mierda
como quien dice que esta noche hay espárragos para la cena.
Pero ahí, de pronto, pierdo la partida.
Esa esdrújula última me devuelve a la sierpe
en lugar de a la escalera.
Casilla cero.
Verdes conocidas es lo que clama el meteorológico.
Espero llevar paraguas esta vez.
No sea que me engulla la tormenta.
De nuevo.
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