¿Qué sería del hombre
sin su cara de hambre?
¿Qué sería del hambre sin la herrumbre
o qué sería la herrumbre sin su olor de mandíbulas
anzuelos
y carne?
¿Qué sería del futuro sin las viejas pijamas?
¿A qué olería la franela
sin sus muelas y sus pérfidas tramas?
Algodón el anzuelo
las sirenas, las mucamas
Floriturbio el consuelo de los ecos sin ventanas
de las rimas, los hidalgos insulsos
y de todos los poetas enlodados de ambición
pero desnudos de palabras.
Ah, y la rima estúpida:
tácita frenética
súbita y esdrújula
¿Qué sería de los párrafos sin huecos
o de los huecos sin sus faltas?
Mi cama es un andamio de espejuelos donde invoco a los que muerden rabiosamente
empuñando entre las fauces ciertos colmillos que no alcanzan.
Hoy es un día de miraflores
gruñidos rengos
morenos hombres los que venden rosas a quien no las quiere
y bocas monumentales que abren camino a la alborada.
Amanece ahora mismo:
hoy es el día de mañana. Ayer.
Estertor vidrioso, canica ensimismada, recuento del abismo:
el mismo abismo
de anoche
la noche que empuja
y el hombre que insiste en que le compren unas flores:
- Ándele joven, para la reina, para la dama...-
No señor. No compro flores.
Y es que de flores me rebosan las semanas.
A mí los reinos momentáneos
y las épocas y humores:
Yo soy ayer
ahora
y mañana lo de siempre.
Yo soy hombre pues soy hambre
y soy herrumbre al final de cada hora.
Quince minutos después, te compraré unas flores.
martes, abril 15, 2008
Suscribirse a:
Entradas (Atom)