A la princesa le contaría cuentos de asfalto. Dibujaría sin preocuparme por los permisos y las licencias, la doble raya que impide rebasar en curva o recta a los adelantados tractocamiones del infortunio. Dibujaría sobre sus ruidosos huesos, sobre sus caderas estridentes, sobre sus rubores inesperados. Dos dedos y sus yemas serían los afortunados albañiles de su retrato. Una boca en rebelión saldaría las cuentas. Una eternidad de adivinanzas cobraría las meritorias propinas.
A la princesa le sometería a latigazos de cuentos circulares. A cachetadas de cortejos a distancia. A cercanías como broncas suaves y roncas, deshaciéndose entre el paladar y sus muros salivales. Le declararía la guerra mucho después del rapto. Y luego la paz. Y luego la guerra otra vez. No le permitiría la escapatoria ni mucho menos el aburrimiento.
A la princesa le llamaría princesa. Le dejaría caer hojarascas repletas de palabras dulces, mientras la daga revolotease en los zócalos de sus entrañas. Le daría todo lo fortuito, guardaría, también para ella, todo eso otro tenue y mesurable. La pondría quieta mientras inquieta me descuartizara las tardes. Jugaría con cada cuento a que somos el sol y el cénit y la luna y el nadir y las bolsas de mercado cotidianas pero no por ello menos loables. Jugaría a que amanecemos yéndonos, a que venimos en cada regreso. A que nada es más de lo que pase.
Esa princesa quieta. Esa, la dormida. La cuasi dormida. La que no quiere despertarse. Le tengo un remolino doméstico, apaciguado, móvil, irrenunciable. Pero ella sigue dormida. Y no sé si algún beso consiga despertarle.
A dormir las hadas, las ruecas, las moralejas. Este cuento comienza donde termina su carne.
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3 comentarios:
La princesa, donde esta la princesa.
DEF CON DOS
Bien.
Entre lo que dices hay hallazgos notables, como esos "zócalos de tus entrañas" y la frase final.
En tu foto te pareces mucho a Efraín Huerta.
;)
¡Saludos!
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