El despertador pega de gritos antes de las once
justo cuando ya estamos muy lejos de toda prisa
El miedo sigue dormido
bendito él que nos deja seguir explorando los pliegues de cierta mañana extrañamente fresca
Adiós, le decimos sin decir.
Adiós a la pinza lúgubre que retiene el hambre.
Adiós al despertador y adiós a la vigilia.
Adiós al gato celoso y acechante
y al sueño también y a la esperanza y a la desesperanza
Adiós a todos: Nos vamos sin ir.
Volvemos sin que haya retorno, ¿y qué?
Miramos sin miramientos, mordemos sin carne
ahuyentamos espacios vacíos
donde nada hay que ahuyentar que no tenga nuestro nombre.
Hola. Son las once. Es hora de amarnos.
Hora del pleonasmo
hora de redundar y redundar nuestra carne redundante.
Hora de exiliar a la semántica, hora de callar al silencio.
Hora nuestra - o sea - horatuyahoramíahoranuestrahora
Nuestro ahora. El ahora de escasos siempres.
El yo duro, durísima armadura para coronar lo terso
El tú de lágrimas hambrientas, sofocándolo todo entre pierna y pierna
Nosotros. Otros no.
Otros nos los que dibujan la música indeleble
y que ninguno, ni el despertador mismo, ni tú ni la fatiga
podrán hacer volver a la vigilia.
Amen -dice el despertador-
Amén -contesta el presente-
Y lo que la carne replica jamás se dice.
Se es.
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4 comentarios:
Hola. Son las once y el II romano de tus piernas. Somos mañanas a cuatro patas, eres el ring del cigarro asomandose entre el domingo que se restriega como gato a gatas sobre tu espalda.
No cierres aún las ganas. Ring. No cuentes aún las horas. Aunque sea hora de contarlas.
Cuando empieza a ser hora de contar las horas?
Las once. Uno y uno. Dos unos indisolubles. Esa es la hora. Ahora.
Quien dice? Quien decidió que era ahora(un par de horas), hora de contar las horas?
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