Pánico
revólver pálido
callejón sin gatos
balcones mirando hacia los basureros
lluvia que nunca se detiene
Pánico
olas y más olas de no se qué demonios
demonios que apagan la luz acariciándote la cabeza
buenas noches, soy tu muerte
bébete este infierno y cúrate la tos
Pánico
historias que se escapan entre huecos de garrafas y cántaros
algo que tenía que decir corre despavorido hasta perderse
tras la niebla que escupen las baldosas y respiran los niños
Pánico
dónde estoy, no recuerdo nada
me siento perdido, extraño tu mano
desvanezco te marchaste tú también
Pánico
Nadie toca la puerta
Y de vuelta en la pocilga
los perros se han sentado en mi propia mesa
y comen con elegancia monárquica
(claro, no eructan hasta recibir el primer aplauso)
Alguien debiera comprarse un machete
y despedazar lo que odio.
Alguien como yo.
Pánico
Estoy a la puerta de la machetería
escogiendo el más afilado grito
(alguno que incluya el suficiente óxido para envenenar una ciudad)
listo para sacarle los ojos al próximo sabueso
a la siguiente callejuela
a cualquier encrucijada rabiosa que baile conmigo
o que me mire lastimosamente
Pánico
estoy de vuelta en la oscuridad
y las velas se han sindicalizado
todo para no encenderse en mis manos
Pánico
estás de vuelta en las nubes
y no traje mi antiguo paracaídas.
El suelo se acerca a mi cara
esta vez
sin tregua posible.
sábado, julio 30, 2005
martes, julio 26, 2005
Sin coparse de Jazz
¿Es Bianca la que cantó el viernes?
Bianca y su voz que resiste balas de grueso calibre
Bianca y sus piernas de lodo macizo asfixiando a los impíos
Bianca lamiendo sus gritos como estampillas
y en la frente de todos los niños bien hambrientos los imprime
Bianca unisónica, supersónica, irreal de tan agrio su grito en la garganta y otra vez grito y otra
Bianca llorando ríos llorados por quien no merece llantos
Bianca, palomazo (Bianca, quédate, una más)
Bianca de súbito
Bianca se marcha
El hombre de Bianca muerde el hombro de Bianca, besa la boca caverna de su voz de lija Bianca
Algún entrometido (hasta acá lo oigo) le dice:
"Hombre, si ella es tu mujer, y así canta, y así te despierta, y te canta
no sé como no pasas la vida dormido, esperándola)
Bianca pretérita.
Bianca so long: Love me or leave me, dijo dura y dadivosa y luego se marchó.
Bianca recuerdo
Bianca te guardo en el bourbon, déjame te guardo aquí
Bianca te bebo en el ya me voy, en el se cierra la barra
a ti y a tus piernas, Bianca
y a tu sombrero
y a tu cabeza rota, cantando tonadas rotas
para costillas rotas entre otras aves y farolas
Bianca, vuelve.
Bianca, nunca podremos hablar.
Bianca, diva y espectro del jazz, bianca como todas, canta
y se va.
domingo, julio 17, 2005
La hora ahora.
El tiempo
hora por hora
(ora por mi ahora)
Oración oriunda
origen horadado
orden ordinario
hórdago
El tiempo, amor mío,
la hora
se viste de ahora
¿Horizonte horrendo?
¿Hortera la forma?
No sé.
No puede importarme.
No debiera existir el exilio
Mejor sería el calibre fosfórico del mundo
si nadie tuviera que huir de cuando en cuando.
Preferibles todas las calamidades
a la imagen de tu lengua cerrando la puerta por siempre.
Eso sí puedo jurarlo.
Las once son siempre
incluso si nos ausentamos de su llamado selvático y dejamos que lluevan gatos para siempre
No depende de nosotros.
El amor tampoco. Nada ni nadie salvo nuestro cada uno.
Los colchones no lloran.
Los alivios tampoco.
Los signos de puntuación siempre pueden dormir tranquilos.
La hora de nombrar las horas ha dejado el edificio.
La cuenta de los días se talla los párpados:
Salve, oh, cuenta de los días.
Finalmente desfalleces y además, generosamente
pues ahora es cuando logro respirar.
(Suspiro, exhalación humeante, chimeneas como almenas relajadas)
Termina una cuenta (comienza otra)
Pero esta vez, bendición de callejuelas,
mis pestañas no esperan ser ennumeradas cada noche.
Pueden reposar tranquilamente sobre los catres de su sueño.
Y
--------entonces
------------------así
----------------------sea.
hora por hora
(ora por mi ahora)
Oración oriunda
origen horadado
orden ordinario
hórdago
El tiempo, amor mío,
la hora
se viste de ahora
¿Horizonte horrendo?
¿Hortera la forma?
No sé.
No puede importarme.
No debiera existir el exilio
Mejor sería el calibre fosfórico del mundo
si nadie tuviera que huir de cuando en cuando.
Preferibles todas las calamidades
a la imagen de tu lengua cerrando la puerta por siempre.
Eso sí puedo jurarlo.
Las once son siempre
incluso si nos ausentamos de su llamado selvático y dejamos que lluevan gatos para siempre
No depende de nosotros.
El amor tampoco. Nada ni nadie salvo nuestro cada uno.
Los colchones no lloran.
Los alivios tampoco.
Los signos de puntuación siempre pueden dormir tranquilos.
La hora de nombrar las horas ha dejado el edificio.
La cuenta de los días se talla los párpados:
Salve, oh, cuenta de los días.
Finalmente desfalleces y además, generosamente
pues ahora es cuando logro respirar.
(Suspiro, exhalación humeante, chimeneas como almenas relajadas)
Termina una cuenta (comienza otra)
Pero esta vez, bendición de callejuelas,
mis pestañas no esperan ser ennumeradas cada noche.
Pueden reposar tranquilamente sobre los catres de su sueño.
Y
--------entonces
------------------así
----------------------sea.
lunes, julio 11, 2005
A dónde van
Se perdió mi reloj
y hoy no encuentro la hora de decir nada
Me miro la mano, la muñeca donde solía estar
y no encuentro las marcas
no encuentro la cicatriz, ni menos el dolor.
El reloj se fue de viaje.
Quizás regrese con nuevos minutos, quizás no.
No estoy aquí para rezar por el tiempo.
No es tiempo. No sé rezar. No se dónde es aquí.
Y las dos antorchas verdes están cerradas
durmiendo en una cama que hoy es selva de un gato negro.
Ojalá pueda dormir yo también
mientras el verano decide volver.
(Volver es una mentira suculenta)
y hoy no encuentro la hora de decir nada
Me miro la mano, la muñeca donde solía estar
y no encuentro las marcas
no encuentro la cicatriz, ni menos el dolor.
El reloj se fue de viaje.
Quizás regrese con nuevos minutos, quizás no.
No estoy aquí para rezar por el tiempo.
No es tiempo. No sé rezar. No se dónde es aquí.
Y las dos antorchas verdes están cerradas
durmiendo en una cama que hoy es selva de un gato negro.
Ojalá pueda dormir yo también
mientras el verano decide volver.
(Volver es una mentira suculenta)
domingo, julio 03, 2005
Ring!
El despertador pega de gritos antes de las once
justo cuando ya estamos muy lejos de toda prisa
El miedo sigue dormido
bendito él que nos deja seguir explorando los pliegues de cierta mañana extrañamente fresca
Adiós, le decimos sin decir.
Adiós a la pinza lúgubre que retiene el hambre.
Adiós al despertador y adiós a la vigilia.
Adiós al gato celoso y acechante
y al sueño también y a la esperanza y a la desesperanza
Adiós a todos: Nos vamos sin ir.
Volvemos sin que haya retorno, ¿y qué?
Miramos sin miramientos, mordemos sin carne
ahuyentamos espacios vacíos
donde nada hay que ahuyentar que no tenga nuestro nombre.
Hola. Son las once. Es hora de amarnos.
Hora del pleonasmo
hora de redundar y redundar nuestra carne redundante.
Hora de exiliar a la semántica, hora de callar al silencio.
Hora nuestra - o sea - horatuyahoramíahoranuestrahora
Nuestro ahora. El ahora de escasos siempres.
El yo duro, durísima armadura para coronar lo terso
El tú de lágrimas hambrientas, sofocándolo todo entre pierna y pierna
Nosotros. Otros no.
Otros nos los que dibujan la música indeleble
y que ninguno, ni el despertador mismo, ni tú ni la fatiga
podrán hacer volver a la vigilia.
Amen -dice el despertador-
Amén -contesta el presente-
Y lo que la carne replica jamás se dice.
Se es.
justo cuando ya estamos muy lejos de toda prisa
El miedo sigue dormido
bendito él que nos deja seguir explorando los pliegues de cierta mañana extrañamente fresca
Adiós, le decimos sin decir.
Adiós a la pinza lúgubre que retiene el hambre.
Adiós al despertador y adiós a la vigilia.
Adiós al gato celoso y acechante
y al sueño también y a la esperanza y a la desesperanza
Adiós a todos: Nos vamos sin ir.
Volvemos sin que haya retorno, ¿y qué?
Miramos sin miramientos, mordemos sin carne
ahuyentamos espacios vacíos
donde nada hay que ahuyentar que no tenga nuestro nombre.
Hola. Son las once. Es hora de amarnos.
Hora del pleonasmo
hora de redundar y redundar nuestra carne redundante.
Hora de exiliar a la semántica, hora de callar al silencio.
Hora nuestra - o sea - horatuyahoramíahoranuestrahora
Nuestro ahora. El ahora de escasos siempres.
El yo duro, durísima armadura para coronar lo terso
El tú de lágrimas hambrientas, sofocándolo todo entre pierna y pierna
Nosotros. Otros no.
Otros nos los que dibujan la música indeleble
y que ninguno, ni el despertador mismo, ni tú ni la fatiga
podrán hacer volver a la vigilia.
Amen -dice el despertador-
Amén -contesta el presente-
Y lo que la carne replica jamás se dice.
Se es.
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