jueves, septiembre 21, 2006

Mujeres ( en pleno reduccionismo histórico)

I

lleva dos linternas que rasguñan hierba en todo lo que miran, y una voz melodiosa, y unas piernas que suspiran.

II

es un talle diminuto y una cascada rubia que pone turbia la cerveza, una pasta, un vino a media tarde, y carcajadas preñadas de mezcal y de clemencia.

III

se cuela entre las pestañas como un grito lluvioso que no es más que carne e impaciencia

IV
fue la oportunidad marchita, la calma exasperante, la necedad desperdiciada. Una noche en su sillón rojo le dije que no y me mató el antojo.

V
y ella también se fue, a cumplir el designio del enemigo, a esperar cómo odiarme por nada y malgastar tan hermosos besos robados en una escalera, junto al agua mineral, junto a Ella y junto a Frank.

VI
o la fiera, la fiera despojada de nombre, la fiera que me ataba a la transgresión y me hacia amarle en todas partes, a toda costa, sin hamacas y en el frío de las azoteas.

VII
érase una selva tupida de fieras racionales muy racionales muy racionales...esperando por la yugular y olvidándose de la siesta

VIII
la promesa eterna el fruto en desasosiego, la eternidad de otros, siempre de otros, siempre de otros. ¿A qué horas de nosotros?

IX
como una llamarada de paz y un sorbo de café que enlongaba el amor y el estío, esperando a su vientre, aterrada del alambre y del malabarismo.

X
con sus ojos egipcios empuñando una boca que no se cansa de morder.

XI
era largamente sobre unas piernas silenciosas que abrazaban como cocodrilos en llanto de primavera, salvaje, medicinal, eterna.

XII
una sonrisa de temblor, un miedo en la cartulina, horas al teléfono y al martirio de sus amantes, siempre con planes, siempre con miedo.

XIII
las pecas que le llovian sobre una cama de gemidos mudos, muerde muerde y atenaza, muerde muerde y atenaza.

XIV
con su llanto sobre la espalda, con la historia en la maleta, lejos de todo, loca y amada y hecha polvo y echando leña en las hogueras.



XV

Y al final, yo, marchito otra vez. Con las ganas en una valija. Queriéndome llevar a cada número a dar una vuelta, otra vez, y recordar por qué no somos, por qué no más, por qué tan lejos. Y regresar a mí, si es que me encuentro.

Carajo.

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