martes, agosto 06, 2013

Calaveras para la inminencia

Pienso en la pala
en la tierra
en la grava dentro de la tierra dentro de la pala
montada en la noche
abrigo del frío
y fiel obrera del silencio más antiguo de todas las gargantas

Pequeñas cabezas de lombriz dentro de la tierra
encima de la pala
danzando, escuchándolo todo
Y esperando ansiosas por ser vertidas sobre mi tumba
o la próxima, la que siga: 
no alcanzo a ver bien desde aquí
pues mi pijama de huesos no me deja oír nada

Aullando furibundas lombrices como
tenedores excitados frente al siguiente platillo:
¿Qué comerán los colibríes cuando se cansan del polen?
-pregunta quietecita mi calavera-
¿Y cómo es que una cabeza de lombriz vuelve a la vida
y al hambre
cuando ante sí la pala presenta uno de esos menús
 inesperados de canciones y manjares
cantados bajo la melodía del arpatierra?

Las cuencas de mis ojos, las necias:
Cansadas de tan vacías tras su castaña
nostalgia
gruñen molestas:

¿Y por qué los cráneos persisten en preguntar como preguntaban antes los niños?
¿Y por qué aún cuando huecos todavía los cráneos preguntan
                y preguntan?

¿Y por qué se sienten o de dónde les viene
o de qué orificio les brota el derecho a rezongar
como si nada?
Claros claro,
tan huecos como nosotras, nosotros
están ahí lánguidas límbicas
lésbicas lúbricas

lábiles lúcidas

lóbregas límpidas

lombrices lentas lamen lodo

lodo aquello que ven.

Pero ninguna lombriz distingue sus carencias.
No les miran por dentro.
No pueden.
Abusivos y circulares
tenían que ser los gusanos
esos que engullen la carne
y que lamen lujurientos la cal de su inteligencia.

La pala perpleja persiste
pensativa pero pazguata
y en el uno-dos de verter olvido sobre la tierra
y bajo la tierra, y sobre la tierra
la pobre penca parece pedir paz por poquito,
por merito, 

pero calla.

Procede pronto con lo suyo
y sí -todos saben- allá abajito
que prefiere siempre la calma llana, la camisa limpia
la cornisa más plana entre todas
la terraza dormida
el balcón.

Buenas noches,
silba entonces suculenta
y llena de rabia amordazada:

(propina pues un par de golpeteos simétricos sobre el nuevo y gran copete de tierra recién peinada:
Su señal  para dormir ya vino. Tantito nomás le faltaba. Y vino) 

Pronto, probablemente, proseguirá


Nadie la arrulla.
Ella, sin embargo,
nos mira dormir a todos.

¿Cuál será la mejor canción de cuna?